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Acabar con la piratería

Conviene no engañarse: quienes tanto en Somalia como en Afganistán afirman que la solución no es sólo militar, piensan en el fondo que este instrumento no debe usarse nunca. En Somalia debe hacerse, Occidente lo sabe, y Chacón también.

Una interpretación muy extendida sobre la piratería –como sobre el terrorismo– afirma que está causada por la pobreza de los somalíes, que se verían obligados a delinquir para sobrevivir. Ocurre más bien al contrario: las bandas de piratas que asolan los mares somalíes son causa de pobreza, más que consecuencia de ella. Somalia es un país pobre –termino siempre relativo, por otra parte–, pero no indigente ni con condiciones de vida inhumanas per se. No son pocos los países africanos o asiáticos en parecida situación económica. Lo que significa que no hay fatalidad sino libre elección en el pescador metido a extorsionador en mar y reyezuelo criminal en tierra, que asalta barcos, viola mujeres y se enriquece con el chantaje y el robo.

En cambio sí que hay fatalidad, por cierto, en su vecino, que se ve impedido a sacar penosa pero honradamente a su familia adelante, y que no puede hacerlo por el reino de terror que aquel le impone. Aquel que, por cierto, no suele ser además el pobre, sino el notable del pueblo o la zona, único capaz de organizar operaciones de ese calado enrolando a los vecinos.

Suele afirmarse que en amplísimas zonas de Somalia no hay Estado: no sería gran problema sin bandas de piratas. Son estas las que impiden un orden mínimamente pacífico que permita el más mínimo desarrollo económico. En definitiva: mientras los piratas manden en tierra, la estabilidad y la seguridad mínimas para que el pescador o el pastor vendan sus escasos productos en el mercado es inexistente.

Secuestrar cargueros una semana y vivir a tope tres meses es lo suficientemente atractivo como para que ante las dificultades impuestas por la UE y Atalanta, los piratas innoven y se modernicen: embarcaciones de mayor autonomía y armas de más calibre están llevando los secuestros más lejos y más osados. La piratería en los últimos tiempos no desaparece; se transforma. Y lo hace gracias al dinero que, entre otros, han pagado los españoles.

Tiene razón la ministra Chacón cuando afirma que el problema de la piratería se soluciona en tierra. Pero conviene no engañarse: quienes tanto en Somalia como en Afganistán afirman que la solución no es sólo militar, piensan en el fondo que este instrumento no debe usarse nunca. En Somalia debe hacerse, Occidente lo sabe, y Chacón también. Que se entrene a tropas somalíes sobre el terreno en vez de combatir directamente a los criminales piratas con nuestros abundantes medios es el reconocimiento disimulado de que en Somalia es necesario usar la fuerza. Hipocresía, porque los europeos mandan a otros a hacer un trabajo necesario que ellos no quieren hacer. Está por ver su eficacia en el combate contra los piratas.

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