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Emilio J. González

Una tasa para los políticos

En unos momentos como los actuales, de estrechamiento de los márgenes bancarios y restricción del crédito, esa tasa puede complicar aún más el acceso a la financiación de la economía y, por tanto, la recuperación.

La Unión Europea va a aprobar una tasa bancaria que se supone debía servir para constituir un fondo con el cual afrontar crisis financieras. Sin embargo, y como siempre ocurre, al final no es más que una nueva forma de meter la mano en el bolsillo de los contribuyentes para sacarles el máximo dinero posible. Porque, no lo duden, serán al final los ciudadanos quienes, de una u otra forma, acabarán soportando este nuevo gravamen porque los bancos les repercutirán su coste a través de comisiones e intereses más altos y de menores retribuciones a su ahorro.

La cuestión no deja de tener su ironía, ya que los políticos europeos justifican la necesidad de esta tasa con el fin de afrontar las consecuencias presupuestarias de la crisis financiera y el rescate de bancos. Una crisis de la que, por cierto, los políticos tienen buena culpa porque si hubieran permitido que los sistemas de supervisión del sector crediticio hubiesen actuado como cabría esperar de ello, nada de esto hubiera ocurrido. No hay que olvidar que en toda la UE los supervisores bancarios, aunque puedan ser instituciones nominalmente independientes, dependen en última instancia del poder político, y este último fue el que dejó que las entidades crediticias hicieran lo que quisieran, sin tener en cuenta para nada los riesgos en los que estaban incurriendo.

España es un caso paradigmático en este sentido. Aquí, la crisis del sistema crediticio no procede del hecho de que los bancos y cajas se hubieran dedicado a jugar a la ruleta rusa con los derivados y los productos estructurados, como hizo buena parte del sector europeo, sino que se permitió a las cajas de ahorros sobrepasar todos los límites de riesgo relacionados con el crédito a la construcción y la vivienda, además de imponerles proyectos políticos tan costosos como ruinosos –como el aeropuerto internacional de Castilla-La Mancha–, mientras el Gobierno miraba para otra parte porque ese crédito a la construcción alimentaba las tan impresionantes como insostenibles cifras de crecimiento económico y de creación de empleo de las que tanto le gustaba a Zapatero presumir a lo largo y ancho de este vasto mundo. Es más, cuando el Banco de España estaba tratando de reconducir la situación, poniendo límites a las cajas en cuanto a los riesgos que podían asumir, el Ejecutivo paró en seco esta política para que nada detuviese el crecimiento económico, sin percatarse de que, con ello, abría de par en par las puertas a la grave crisis que ahora estamos padeciendo. Por tanto, todo esto no es más que un problema creado por los políticos que ahora agravan con la creación de una tasa para financiar el tremendo desastre presupuestario que han creado con su irresponsable política bancaria.

Para complicar más las cosas, la Unión Europea decide crear esa tasa bancaria en unos momentos en los que habría que hacer justo lo contrario. Hoy por hoy, el crecimiento económico en la UE es raquítico, cuando no inexistente, si acaso con la excepción de Alemania. Pero con unos Estados Unidos que marchan de nuevo camino de la recesión y a quienes puede que les espere después un largo periodo de depresión y desinflación, y con una China que empieza a presentar síntomas de agotamiento, la economía europea puede quedarse sin motores externos de crecimiento. Con unas familias, unas empresas y unas administraciones públicas que tienen que reducir drásticamente su endeudamiento tampoco hay motores internos. En estas circunstancias, lo que tendrían que hacer los políticos europeos es redefinir y recortar el gasto público, para evitar subir impuestos y, si es posible, conseguir bajarlos. Sin embargo, están optando por el camino contrario y en unos momentos como los actuales, de estrechamiento de los márgenes bancarios y restricción del crédito, esa tasa puede complicar aún más el acceso a la financiación de la economía y, por tanto, la recuperación.

A los políticos europeos, sin embargo, eso parece importarles poco. Ellos siguen a lo suyo y han encontrado una nueva forma de subir los impuestos sin que la gente proteste, porque muchos ciudadanos creen que los pagarán esos bancos que tanto odian sin percatarse de que, en última instancia y de una u otra forma, serán ellos, los sufridos contribuyentes, quienes acabarán soportándolos.

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