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Eva Miquel Subías

Hagan juego, señores

Lamentablemente a la sociedad catalana le están empezando a quedar muy pocos números atractivos por los que arriesgar y probablemente sea la banca quien vuelva a ganar.

Me viene ahora a la mente, no me digan por qué, uno de esos programas que al parecer están gustando tanto a la audiencia sobre tipos con muchísimo dinero y escaso gusto que hacen ostentación de ambos entre ruletas de casinos, salas privadas de discotecas, enormes embarcaciones donde desplegar sus encantos tatuados o vehículos de lujo en los que pasean a señoritas que, sin ningún tipo de pudor, miran a la cámara y confiesan con amplia sonrisa sus claras y evidentes intenciones. Todo ello en un ambiente húmedo y espumoso gracias a la presencia de Dom Perignon o La Grande Dame que, de haber sabido ésta que acabaría siendo acariciada por manos repletas de piercings, de buen seguro no habría llegado a cumplir los 89 años que gozaba cuando falleció.

En medio de un panorama donde la estética de carajillo de ron Pujol impregna las cintas de video publicitarias de una inoportuna huelga general por parte del sindicato mayoritario en España y en mitad de la proliferación de programas de televisión donde abundan los personajes de bolsillos repletos y de modales low cost, se produce el esperado anuncio de la fecha de las elecciones autonómicas catalanas.

El todavía president ya ha puesto fecha a l´hora dels adéus. El 28 de noviembre. Las castañas, los panellets y las bufandas azulgranas serán testigos ese día del resultado final. El del partido de fútbol que disputarán el F.C. Barcelona y el Real Madrid y el del vencedor o vencedores de la contienda electoral. Interesante cita, no lo dudo.

José Montilla ha apurado hasta el último suspiro, justo en el mismo día que cumplirá sus cuatro años al frente del cargo que tomó posesión en el ya lejano 2006. Tiempo más que suficiente para haber dilapidado, gracias a la inestimable labor de sus socios de aventura, el poco prestigio y el respeto que permanecía todavía intacto.

Dice el Molt Honorable que "nos jugamos mucho en unas elecciones que serán de las más trascendentales de nuestra historia". Apunta también que los catalanes decidirán, con su voto, "qué camino ha de seguir Catalunya no en una legislatura sino en toda una generación".

Pues sí, presidente, pero ustedes llegan tarde y haciendo ruido. En un contexto donde las relaciones entre Cataluña y el resto de España son políticamente más que tensas, con una tasa de desempleo del 18% y con los trabajadores autónomos y las Pymes más asfixiados que nunca, lo que necesitan los catalanes es un proyecto en el que creer. Y después de esa difícil elección, esperar que desde el rigor y la seriedad pongan en marcha políticas que ayuden a devolver al pueblo catalán el ánimo y el coraje para seguir trabajando e iniciar un camino próspero, algo incompatible con una reedición de un tripartito letal para los intereses del pueblo catalán aunque muy provechoso para los intereses de algunos de quienes han estado integrando este curioso conglomerado.

Mientras, Artur Mas se atusa el flequillo y aparece en escena flanqueado por nueve senyeres, enumerando las prioridades con las que un Govern presidido por él se sentaría a despachar de inmediato. Pero ahora, si me permiten, voy a reprimir mis deseos. Voy a dejar a un lado al Sr. Mas reposando en un cuenco porque el próximo sábado, según acabo de leer, se sentará en La Noria de Tele5, así que seguro nos tentará con más números a los que apostar.

Aunque lamentablemente a la sociedad catalana le están empezando a quedar muy pocos números atractivos por los que arriesgar y probablemente sea la banca quien vuelva a ganar.

Muchos podrían incluso llegar a pensar que de la misma manera que preferirían seguir viendo a los ricos de siempre –más aseados y con trajes impecables– acariciar a la Gran Dama, sean los originales, los auténticos y no unas malas imitaciones, los que sigan regentando la Masía. Al fin y al cabo, fueron ellos quienes plantaron las viñas y cultivaron la tierra.

Vayan, de momento, haciendo juego, señores. Aunque mucho me temo que rien ne va plus. Y el ocho, que es el mío, está vacante.

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