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Guillermo Domínguez

Mourinho a pelo

Sólo con verle sentado en la sala de prensa se atisba un halo de triunfalismo, el que desprende el hombre que, después de haber conquistado Europa con el Oporto y el Inter, está destinado a acabar con la tiranía del Barça. O al menos tiene pinta.

Dijo Pilar Rahola allá por finales de mayo, con la canícula apretando de lo lindo, que Mourinho le "pone muchísimo" y que estaba encantada de que viniera a España. Dicho y hecho. Sólo unos días después, casi en un visto y no visto, el Real Madrid anunciaba la destitución de Pellegrini y contrataba al ínclito entrenador portugués.

Saco a colación lo de la otrora amiga de Laporta porque, qué quieren que les diga, a mí también me "pone muchísimo" el preparador de Setúbal... en el sentido estrictamente futbolístico, claro está. Me ponen a cien esos aires de grandeza que se gasta Mou cada vez que aparece en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva de Valdebebas. Sólo con verle allí sentado se atisba un halo de triunfalismo, el que desprende el hombre que, después de haber conquistado Europa con el Oporto y el Inter, está destinado a acabar con la tiranía del Barça. O al menos tiene pinta.

Me ponen bruto, más que un arao, los ademanes que tiene el técnico madridista al hablar de Cristiano Ronaldo. "Titular", respondía sin titubeos a un periodista que le preguntaba cuáles eran sus planes con respecto al crack de Madeira en el duelo frente al Osasuna de Camacho, en lo que será el estreno oficial del nuevo Madrid ante su afición. Y confesaba también sin reserva alguna que uno de sus quebraderos de cabeza es "que le metan una hostia" a CR7. Así, sin tapujos, "más claro que el azul radiante de una mañana de verano", como le espetaba Alex DeLarge al señor Deltoid. Porque él es José Mourinho, el nuevo adalid del vestuario blanco a quien nadie rechista –¡y que se atreva el guapo!–. Es el entrenador más mediático del mundo, el que vende camisetas como churros en la calle Padre Damián.

Estoy plenamente convencido de que Mou ha venido a quedarse los cuatro años por los que ha firmado y no a "hacer el egipcio"; esto es, a mostrar una mano por delante mientras con la otra, por detrás, pone el cazo y se lo lleva calentito. Ha venido el "mendigo fashion" –¡qué gran término el que acuñó en su día FJL!–, el "hombre lija" de la barba de cuatro días que cautiva a las raholas y raholos –no así a los marlaskas, que prefieren a los rubalcabos alopécicos–, y lo ha hecho con su irrefutable carácter ganador; he ahí la diferencia con tantos otros entrenadores. Se ciernen, pues, buenos tiempos para el madridismo, aunque aún no me atrevo a aventurar nada, no vaya a ser que me pille los dedos con la puerta pintada de azul y grana.

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