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GEES

¿Qué dirá dirá?

Un crítico americano de Vietnam recomendaba en su momento proclamar victoria y salir por piernas. Lo sepa o no, los instintos de Zapatero le dicen lo mismo.

Se dice que el presidente hablará de Afganistán en Las Cortes el próximo miércoles. Siempre escurriendo el bulto y poniendo a otros por delante, nunca ha cogido ese toro –como tantos otros– por los cuernos, de ahí el alto interés de su discurso. ¿Dirá por fin que se trata de una señora guerra en la que todos nos jugamos mucho, porque un triunfo del radicalismo yihadista y una derrota de Estados Unidos y OTAN conmocionarían el mundo y desestabilizarían la crítica zona hasta límites que estremece pensar? ¿Que por tanto hay que arrimar el hombro en serio y dejarse de hipócritas e incoherentes pamemas? No, no lo dirá. No hay peligro.

Resaltará seguramente que es una participación militar que heredó de Aznar, pero no que para hacerse perdonar ante los aliados su vergonzosa pero rentable huida de Irak estuvo dispuesto a seguir, vendiéndonos a la clientela doméstica –en lo que seguramente insistirá–, la sublime santidad de las resoluciones de la ONU que, en su cegata y convenienzuda lectura, sólo nos pedían contribuir a una misión de paz, muy del tono de la trasmutación de nuestras Fuerzas Armadas en una ONG progre. Pero como la tinta de la ONU no impide que esas belicosas paces traigan muertos, siempre estuvo inquieto por los efectos políticos y al acecho del mejor momento para salir corriendo. Hasta que se produjo la conjunción sideral de dos gemelos progres en la presidencia de la Unión Europea y de los Estados Unidos. El gran acontecimiento bien merecía reforzar significativamente la participación española, aunque un mayor número implicase mayor riesgo de bajas: " Vayamos a Obama por la ONU y la misión humanitaria, que ahora consiste en enseñarles a disparar a los futuros guerreros locales". Pero esa inversión dio pocos réditos y Obama, que necesita desesperadamente mucho más que instructores militares y policiales, se negó de plano a perder el tiempo en Madrid con el pretencioso advenedizo que se imaginaba ser su predecesor.

Pero en la humillación está el castigo. La postura de Obama no está menos llena de contradicciones que la de su aspirante a mentor, aunque acosado por muchas más responsabilidades. Su estrategia de afganizar la guerra y priorizar a Al Qaeda como enemigo revienta de incoherencias: la más insostenible, la del plazo perentorio para comenzar el repliegue. Si de Karzai para abajo no hay afgano que no haya empezado a buscar el doloroso acomodo con los feroces talibanes, y si holandeses y canadienses dicen que ellos, que sí han estado en la guerra de verdad, ya han hecho bastante, mientras que los fieles británicos lo anuncian a no mucho tardar, no parece muy arriesgado suponer que Zapatero, que necesita desesperadamente contentar a los suyos, se muera por no quedarse el último sino más bien adelantarse a todos los que pueda.

¿Cómo presentarlo? Un crítico americano de Vietnam recomendaba en su momento proclamar victoria y salir por piernas. Lo sepa o no, los instintos de Zapatero le dicen lo mismo. Si lo del miércoles va más allá de una preparación del terreno, porque el líder socialista ya no puede esperar más, tanto por las circunstancias de allá como por las de acá, lo mejor apuesta podría ser la de "misión cumplida". Ya hemos dejado a nuestra porción de futuras fuerzas de seguridad a punto de caramelo, que a la temperatura afgana está muy bajo, y ya no nos queda nada por hacer. Sin olvidar el inestimable argumento de que en este mundo todo se resuelve con negociaciones. Resulta intrigante. En dos días se resolverá el acertijo.

La otra incógnita, más difícil, o quizás sólo penosa, de despejar, es la respuesta de la oposición. Ha dado al Gobierno un cheque en blanco, rogándole una vez tras otra que a cambio llamase al pan pan y a la guerra guerra. Y esto ya no lo niegan ni los más aguerridos campeones del PSOE en el comentariado periodístico. Pero a una con Chacón repiten que ese no es el tema, que nosotros en lo que estamos y siempre hemos estado es en una misión humanitaria. Guerra sí, pero nos importa un bledo, vienen a decir. ¿Y qué va a hacer el PP que nunca se ha molestado en conocer las trascendentales dimensiones estratégicos del conflicto, como ya hiciera obsesiva y poco gallardamente con Irak tras el 11-M? De esos polvos vienen estos desiertos argumentales. Lo tienen crudo. ¡Si al menos fueran capaces de leer en la tribuna los párrafos de las resoluciones onusinas que no se compadecen con la interpretación beatífica del Gobierno!

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