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Luz sobre las brumas

Una visita iluminadora que ha transformado hasta la mueca de odio de los enemigos del Papa y el cristianismo en –casi– una beatífica sonrisa. Entretanto, la confiada lucha de la razón contra el relativismo ha dado un pasito más. Una gran noticia.

Inglaterra tiene muchas virtudes pero la luz no es una de ellas. Aunque haya brillado el sol en los días de la visita papal, el temple general de las islas es grisáceo. Pero la lectura de los mensajes de Benedicto XVI a los británicos disipa muchas brumas.

Por de pronto, el Papa se desvela claramente como un Papa con lema, un leit motiv. El de Juan Pablo II, bajo la protección mariana del Totus Tuus, era "no tengáis miedo". Es difícil aclarar la formulación precisa del de Benedicto XVI, pero está claro que se refiere a la compatibilidad de la razón con la fe.

Sí, en efecto ese era ya el asunto del famoso discurso de Ratisbona de 2006, tan tergiversado por observadores interesados. Para el Reino Unido, que es también la Vieja Europa, el Papa ha querido recordar una serie de sencillas verdades con tanta humildad y simpatía que ha logrado apaciguar los ánimos premeditadamente encendidos antes de la visita y alegrar, iluminar, a los habitantes de las islas, católicos o no.

La razón externa probablemente más recordada del viaje ha sido la beatificación del cardenal Newman, que lo ha sido precisamente por su interés por las relaciones entre fe y razón, el puesto vital de la fe en una sociedad civilizada y la necesidad de extender la educación. Pero el Papa también ha aprovechado para hablar con la Reina, a la que recordó que el hecho de que el cristianismo hubiera guiado a su nación le permitía muchos ejemplos de la fuerza del bien, entre los que citó la abolición de la esclavitud y la lucha contra el nazismo, "que deseaba erradicar a Dios de la sociedad y negaba nuestra común humanidad a muchos, especialmente a los judíos, a quienes no consideraban dignos de vivir".

La homilía de Glasgow, Escocia, patria de Adam Smith, la dedicó a decir que la evangelización de la cultura impedía la dictadura del relativismo –de nuevo, el tema bajo otra formulación– y a reclamar la no exclusión de la religión en la vida pública, por lo que animó a los católicos a ser capaces de ofrecer un servicio público: el de su compromiso a defender "un derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad".

El Papa también habló en el Parlamento, con la naturalidad que procede de abrazar una religión que da al César lo que es del César. Además de recordar, claro, a Tomás Moro, sin que se advirtiera escándalo entre la audiencia habló del verdadero desafío de la democracia: "Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil". Habló del papel corrector de la religión sobre los excesos de la razón, los conocidos totalitarismos del siglo XX, sin olvidar el papel "purificador y vertebrador de la razón", concluyendo: "En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional". En qué está todo esto relacionado con la entrega del 0,7% de la renta a la ayuda al desarrollo es algo que, en cambio, se nos escapa, pero suponemos que también necesita burócratas el Vaticano.

Cerró con el orteguiano concepto de misión vital, propio de Newman, como tarea específica encomendada a cada uno de los hombres y pidió "que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras (...) y trabajen (...) en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre".

En definitiva, una visita iluminadora que ha transformado hasta la mueca de odio de los enemigos del Papa y el cristianismo en –casi– una beatífica sonrisa. Entretanto, la confiada lucha de la razón contra el relativismo ha dado un pasito más. Una gran noticia.

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