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Alberto Gómez

Panorama general

Es difícil olvidar que el país objeto de irrisión en el mundo, con su clase dirigente tan patética e inoperante, es el mío propio.

A la hora de seleccionar una noticia para comentar, no puedo ocultar una cierta sensación de hastío y aburrimiento. Ya sea por las payasadas de ZP a costa de nuestro bolsillo y la credibilidad como país o por el máster de totalitarismo policial que nos está impartiendo Rubalcaba, pasando por la exuberancia dadivosa de las diferentes capas de la administración. Por muy graves que parezcan, no son más que mordiscos de pez en un naufragio grandioso que incluye la desaparición económica, cultural y casi biológica de Occidente. ZP y Rubalcaba son insectos señalados que se aprovechan del cadáver. Pero no harían sus payasadas y perversiones sin unas bases sociales payasas y perversas que les dan apoyo. Y todo eso en un mundo en el que una densa capa de mediocridad sobrenada casi a lo largo y ancho de todo el planeta. Aunque aquí en eso vamos adelantados. 

Ante la melancolía a la que lleva esa visión, quedan ciertos recursos a valorar. El primero es reír para no llorar; quizá el mejor escape de esta locura sea escuchar a gente inteligente riéndose de la desgracia inmerecida de vivir aquí y ahora. Por mi parte, me gustaría escribir algo gracioso, pero cuanto más lo miro, más me enfado. Es difícil olvidar que el país objeto de irrisión en el mundo, con su clase dirigente tan patética e inoperante, es el mío propio. 

Ante la falta de temple para el humor y la falta de de impulso para la acción, la única opción es contemplar con resignación la condición humana e intentar encontrar una explicación para todo. Indudablemente ZP y todos los que le volverían a votar, mezquindades aparte, tienen sus razones y sus buenas intenciones. El problema es que están profundamente equivocados cuando piensan que hay una conspiración contra el derecho a ser feliz y a vivir libre de imposiciones. Ni hay tal conspiración, ni se puede estar libre de imposiciones ni tampoco existe tal derecho a ser feliz, en todo caso existe el derecho a intentarlo.

Hay profundas razones para ello. Si se es creyente, porque somos seres caídos del paraíso. Si no, porque el paraíso es imposible al ser subproductos de la selección natural darwiniana. Pero no se trata de aburrir, que bastante tenemos con lo que hay. Buen día.

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