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Carmelo Jordá

La famélica legión y los tres tenedores

Malvados plumillas verán en esto otra de esas contradicciones de los sindicatos, como que representen a unos trabajadores que no se afilian a ellos, que vivan del presupuesto y no de las cuotas o que sus dirigentes se paseen en barco de lujo

Nos ha ofrecido La Gaceta de este sábado una de las noticias más deliciosas (en varios sentidos) de los últimos tiempos: la afición del mandamás de UGT, Cándido Méndez, a los restaurantes de lujo.

Algunos malvados plumillas verán en esto otra de esas contradicciones de los actuales sindicatos, como que representen a unos trabajadores que no se afilian a ellos, que vivan del presupuesto en lugar que de las cuotas o que sus máximos dirigentes se paseen en barco de lujo por el Báltico en lugar de dedicar sus vacaciones a conocer las contradicciones del capitalismo como voluntarios de una ONG en un barrio pobre de Haití o Sao Paulo.

Yo, quizá porque hace sol y me he levantado de buen humor, prefiero pensar en el lado simbólico del hecho: por fin la famélica legión ha alcanzado el deleite de los tres tenedores. Sí, me dirán ustedes que ya hubo un avezado sindicalista "pillado" a la salida del famoso El Bulli de Adriá, pero una cosa es ir una vez a experimentar algo raro conocido en todo el mundo como las emulsiones y espumas del genio catalán y otra muy distinta ser, con la VISA al cinto, habitual de los restaurantes de hoteles de 5 estrellas de Madrid o de los asadores de lujo vallisoletanos.

Poco importa que el 90% de los trabajadores a los que Cándido dice representar no se puedan permitir esas comidas de 100 euros por comensal con vinos de a 60 la botella, al fin y al cabo sus paladares deformados por los menús del día de los polígonos tampoco los apreciarían: los currantes de verdad, los que echan ocho o doce horas en el tajo y sólo tienen una o media para comer no pueden desarrollar el buen gusto que demuestra Méndez en su selección de favoritos: dim sum, steak tartar, crustáceos, mariscos, sushi...

Pero precisamente para eso es para lo que se ha creado esta élite obrera liberada del penoso deber de trabajar y que, por tanto, tiene tiempo a cultivar los mundanos placeres de la buena mesa y mejor copa.

No, no es que quieran aprovecharse de sus momios y de los curritos para vivir y comer como obispos: una vez que estos sindicalistas hacen tan duro esfuerzo por adentrarse en el proceloso mundo de los tres tenedores y se toman la molestia de aprender conceptos tan complejos como el punto óptimo de un buen foie o la diferencia entre el sushi y el maki (y lo hacen, además, en ambientes tan hostiles a la clase obrera como esos restaurantes frecuentados por capitalistas, banqueros y especuladores de la peor ralea), es como si todos los trabajadores españoles disfrutásemos de tales delicias, ya que las toman "nuestros representantes".

No sé ustedes, pero lo que es un servidor a partir de ahora cuando me tome unas lentejas en "el Resplan" al lado de la oficina – que, por cierto, les quedan muy ricas – será como si estuviese dándole al caviar a dos carrillos, el vino con casera me sabrá como un caldo de borgoña y el chupito de pacharán peleón tras el café será una copa de Napoleón añejo.

Gracias al sacrificio de Méndez y Toxo todos sabremos ahora lo que es una vida de lujo y sindicalismo. Es un trabajo sucio que nadie les va a agradecer, pero alguien tenía que hacerlo por el bien de la clase obrera... o al menos de cierta clase obrera.

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