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EDITORIAL

Los vergonzosos preparativos de una más vergonzosa huelga general

No es en absoluto de recibo que mientras los ciudadanos están haciendo enormes sacrificios para adaptarse a la complicada coyuntura, ellos sigan gozando de millonarias subvenciones y de privilegiadas posiciones jurídicas.

Llevamos ya varias semanas de lamentables preparativos para la huelga general del próximo miércoles. Conforme se ha ido acercando la fecha en la que los sindicatos "de clase" se han arrogado el derecho de "parar el país", el grado de desfachatez y de mofa explícita hacia todos los españoles no ha hecho más que aumentar de manera exponencial.

Primero llegaron unos videos de la UGT plagados de sectaria propaganda antiliberal donde se caracterizaba a los empresarios españoles de crueles explotadores, a los trabajadores de estúpidos explotados y a los sindicalistas de valientes y abnegados luchadores por el bien; luego vimos cómo las centrales sindicales se reían de todos nosotros al presionar a los distintos gobiernos para que impusieran unos servicios máximos sobre el transporte público que supondrán el primer piquete contra el derecho a trabajar de los españoles; y ahora, CCOO y UGT se alían con los subvencionados artistas españoles para persuadirnos de que la huelga no está dirigida contra el Gobierno, que los piquetes tienen como función defender a los proletarios o que los sindicatos de este país son el paradigma de la independencia y el sentido común.

En otras palabras, los grupos de presión que abrevan en el presupuesto público y que hicieron campaña electoral por Zapatero negando en todo momento la gravedad de la crisis en la que ya estábamos sumergidos, reconfiguran su discurso con tal de conservar sus prebendas sin mezclarse demasiado con un Gobierno que ya es visto universalmente como calamitoso.

Ellos, que son en parte responsables de la lamentable situación de nuestras cuentas públicas y de que se mantenga una delirante regulación laboral que se ha cobrado el puesto de trabajo de 2,5 millones de españoles en tres años, vienen ahora dando lecciones de cómo salir de la crisis. Ellos, cuyas rentas y buen vivir dependen del entramado de subvenciones que han logrado extraer año tras año de nuestros bolsillos gracias a haberse convertido en un servil grupo de presión de la izquierda, pretenden erigirse en un ejemplo de independencia e imparcialidad frente a los grupos políticos y económicos. Ellos, que son los primeros que vulnerarán los derechos de los ciudadanos a trabajar, quieren alzarse como los mayores defensores de los derechos de los trabajadores.

Aunque parece que desde los famosos recortes del gasto público de mayo el mensaje haya caído en el olvido, conviene recordarlo cada vez que de manera tan clara sindicatos, "intelectuales" y apesebrados varios nos muestran su auténtico rostro: es hora de que dejen de medrar a costa del resto de los españoles. No es en absoluto de recibo que mientras los ciudadanos están haciendo enormes sacrificios para adaptarse a la complicada coyuntura, ellos sigan gozando de millonarias subvenciones y de privilegiadas posiciones jurídicas. Mucho menos cuando, lejos de limitarse a coger el dinero y echar a correr, se dedican a "parar el país" y a amedrentar a los trabajadores.

No podemos más que estar de acuerdo con los sindicatos cuando señalan que la huelga general del próximo miércoles debe tener sus consecuencias políticas. Pero esas consecuencias deben ser muy distintas de las que ambicionan: en lugar de ver acrecentado su poder, es el momento de reducirlo al de la simple representación de sus cada vez menores afiliados. 40 millones de españoles no tenemos por qué cargar con tanta desvergüenza y sectarismo.

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