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Eva Miquel Subías

El mariachi que faltaba

Lo único que desea el ciudadano es que esta pesadilla acabe de una vez. La de la crisis económica y la del teatrillo para aficionados que representan el Gobierno y los sindicatos.

Dice mi querido Guillermo que España no deja de mirar con ira hacia el pasado en lugar de mirar con ilusión al futuro. A pesar de ser historiador, sigue pensando que no tiene sentido tanto vistazo atrás. Y lo hace, al otro lado del teléfono móvil, justo antes de preguntarme si había podido leer o escuchar el grotesco discurso supuestamente institucional de José Bono al hilo de la celebración del bicentenario de las Cortes de Cádiz.

El presidente del Congreso, al parecer, se pasó por su implante capilar a Sagasta o a Cánovas al afirmar, muy contundente él, que entre 1812 y 1978 España sólo disfrutó de 16 años de libertad, resumiendo así, a nivel de usuario, una clase básica de historia de España que bien falta le haría a su compañera Leire Pajín ya que, por ser una mocita cuando parte de la cúpula del Ministerio de Interior del Gobierno de Felipe González se vio envuelta en el escándalo que supuso el caso GAL, apenas recuerda nada y no puede emitir ninguna opinión al respecto.

Algo, sin embargo, que no le priva de alzar su puño izquierdo emulando a los post modernos trotskistas cada vez que suena el himno de La Internacional. Enternecedor gesto.

Por cierto, no lo puedo evitar. No dejo de imaginarme a Esteban González Pons agarrado a las patas de la silla de su despacho de la castiza calle de Génova conteniendo su ansia de hablar de la Esteban. De Belén, quiero decir. Seguro que ya tiene la rima para unos versos escogidos que al acorde de su virtual guitarra quiere cantarle a España entera. Estaré atenta para no perderme detalle. Porque –de eso estoy segura– ese día llegará.

Sigamos con el tema docente. Muchos éramos los que teníamos unos conocimientos tan básicos de economía justo antes de la crisis que resultaban comparables a los de la joven secretaria de Organización del PSOE de nuestra más reciente y calentita historia. O a los de José Luís Rodríguez Zapatero, vamos.

Hablemos claro. Mi caso era especialmente llamativo, debo admitirlo. Pero cuando ya parecía tener más o menos superados conceptos tales como stress testing, riesgo de volatilidad o fusión fría –este es mi favorito–, cuyo conocimiento anterior se ceñía al de una reacción nuclear de fusión que se produce a temperaturas inferiores para la producción de reacciones termonucleares o incluso a los teje manejes que con ésta se llevaban los rusos en el largometraje de El Santo, aparecen ahora las sicavs y unos tipos denominados "mariachis" mareando la perdiz.

Rescato, para ello, la noticia de Domingo Soriano en Libertad Digital sobre la modificación que pretende nuestro Gobierno introducir y que eliminará la principal ventaja fiscal de este instrumento de inversión de las grandes fortunas. Me entero, pues, que la ley obliga a que estas sociedades de inversión precisan de un mínimo de un centenar de accionistas y que para ello apareció la figura del "mariachi" como alguien que teóricamente pertenecía a ellas pero que, sobre el papel, sólo ponía el nombre. El autor, asimismo, se refiere a las consecuencias de la medida gubernamental a corto plazo, tales como una descapitalización de estas sociedades hasta el límite de la inversión inicial y una fuga de capitales.

Está claro que la crisis no sólo está agudizando el ingenio a muchos para conseguir llegar a final de mes, no sólo consiente que nubarrones se ciernan sobre el futuro de muchos jóvenes recién licenciados o ponga en evidencia la torpeza e incompetencia de nuestro Gobierno. Nos permite ver, a la par que aprendemos nuevos conceptos, la auténtica cara de todos los agentes implicados, del mismo modo que una complicada situación personal pone siempre de manifiesto quiénes están ahí fuera o quién ya no, por no querer o no saber.

Escribo estas líneas en plena jornada de la huelga general. En Barcelona, por cierto. En pleno despliegue de una puesta en escena de ámbito nacional donde el paripé ha sido precedido por un mal gusto considerable, donde la esquizofrenia de los papeles representados es más que evidente y donde lo único que desea el ciudadano es que esta pesadilla acabe de una vez. La de la crisis económica y la del teatrillo para aficionados que representan el Gobierno y los sindicatos. Lo de los piquetes supuestamente informativos en la Ciudad Condal mezclados con los habituales anti-sistema, de nota. O más bien, dándola, como de costumbre. Y casi siempre con el guitarrón de fondo de algún espontáneo mariachi.

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