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EDITORIAL

No sólo la Guardia Civil debería abuchear a Rubalcaba

No es de extrañar que la Guardia Civil abuchee a Rubalcaba. Nunca debió haber entrado en Interior y, en todo caso, ha acumulado sobrados motivos como para dimitir en numerosas ocasiones. No sólo la Benemérita debería abuchearle y exigir su cese.

No es casual que el lema que presida los cuarteles de la Guardia Civil sea "Todo por la patria". Cualquiera que se haya acercado alguna vez a analizar las condiciones laborales, materiales y humanas con las que trabajan estos profesionales sabrá lo insuficientes que son en la mayoría de los casos. Los propios guardias civiles son conscientes de que muy probablemente habrían disfrutado de una mejor vida en otras ocupaciones, pero aún así desempeñan su trabajo con la cabeza bien alta, conscientes de que están prestando un servicio de enorme valor a la sociedad en la que viven.

Por este motivo, a casi ningún guardia civil le costaría reprimir su actual insatisfacción laboral si se les explicara que España atraviesa una muy complicada coyuntura económica y que el Gobierno no puede permitirse ningún gasto adicional, por muy urgentes que éstos sean. Si el Ejecutivo estuviera verdaderamente apretándose el cinturón en todas partes y además reconociera la ímproba labor de la Benemérita, a buen seguro el cuerpo guardaría silencio y acataría los rigores impuestos por la crisis.

El problema es que nos encontramos a años luz de ese escenario. No tanto porque la situación económica de España no sea realmente difícil, sino porque el Gobierno sigue despilfarrando el dinero de todos los españoles en las partidas más frívolas e innecesarias que quepa imaginar y porque, para más inri, a la hora de la verdad el ministro del ramo, Alfredo Pérez Rubalcaba, está más dedicado a sus oscuros tejemanejes políticos que a dignificar a la Guardia Civil.

Así, en los últimos días el cuerpo tuvo que escuchar impotente cómo el embajador venezolano lo acusaba de torturador y cómo el ministro del Interior y el propio director de la Guardia Civil trataban de disculpar y justificar sus palabras. Es del todo intolerable que se siga calumniando el buen nombre de la Benemérita y su eficaz e impecable lucha contra el terrorismo etarra que tantas vidas de españoles ha logrado salvar. Nuestros políticos, y en especial el ministro del Interior, deberían ser los primeros en repetir esto tantas veces como sea necesario. Sin embargo, el ex portavoz del Gobierno que negó la existencia de los GAL prefiere dedicar su tiempo a resolver otros ‘líos’ como la sucesión de Zapatero, la ocultación del chivatazo del bar Faisán, la nueva negociación con ETA, la persecución política de la oposición o, más recientemente, la propaganda para desvincular a su supercomisario particular del caso Malaya.

Y es que Rubalcaba nunca entró en Interior para garantizar la seguridad de todos los españoles a través de la gestión diligente de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, sino para controlar las alcantarillas del Ministerio, redactar los términos de la rendición ante ETA y desactivar la alternativa política al PSOE. Lo esencial –la situación de la Benemérita– se ha convertido en algo del todo accesorio y, en ocasiones, contrario a sus auténticos intereses y objetivos.

En este contexto, pues, no es de extrañar que la Guardia Civil abuchee a Rubalcaba. Nunca debió haber entrado en Interior y, en todo caso, ha acumulado sobrados motivos durante su mandato como para dimitir en numerosas ocasiones. No sólo la Benemérita debería, pues, abuchearle y exigir su cese. Todo español que conozca mínimamente su trayectoria debería de hacer lo mismo, tanto por la Guardia Civil como por sí mismo.

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