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Capacidades, capacidades, capacidades

Desde 2004 España se ha ido desarmando progresivamente vía presupuestaria al tiempo que rompía sus buenas relaciones con los Estados Unidos; "mérito" que en la castellana los españoles han reconocido a sus artífices, Chacón y Zapatero.

Como era de esperar, la parada militar del 12 de octubre ha estado marcada por la crisis y el ajuste presupuestario, además de por supuesto por los justificados reproches de la familia militar a la ministra Carmen Chacón, que tanto y de tantas maneras maltrata a los ejércitos. El recorte se acumula ya desde hace varios años y, aunque el caso de España sea suicida, afecta a casi todos los países europeos aliados. Lo dramático es que si estas reducciones presupuestarias en Defensa se siguen llevando demasiado lejos pueden llevar en un futuro a Europa a no poder defender la seguridad en que se basa su prosperidad económica. Lo que significa que Europa no podrá ejercer más influencia política en el mundo, que el Tratado de Lisboa de la UE quedará vacío y que los Estados Unidos podrían buscar otro socio en defensa en alguna otra parte del mundo. Así lo ha afirmado recientemente la OTAN de boca de su secretario general: "llega un punto en que no se está reduciendo la grasa; se está recortando el músculo y luego el hueso", afirma Rasmussen. Pero consciente de la dificultad que entraña invertir la tendencia de los presupuestos de Defensa, el secretario general apuesta por racionalizar la estructura de mando de la alianza, hacer un fondo común de los recursos para reducir los gastos innecesarios y aumentar la cooperación entre países para realizar programas conjuntos.

Las carencias militares de los países europeos no son ninguna novedad. El transporte aéreo y marítimo, el reaprovisionamiento en el aire o las capacidades de reconocimiento e inteligencia son algunas de ellas y ampliamente conocidas desde comienzos de este siglo, cuando los europeos fueron conscientes de que los pesados y costosos ejércitos europeos no eran la respuesta al entorno de seguridad del nuevo siglo que obligaba a poner mayor énfasis en la aplicación de la fuerza en escenarios lejanos. Las guerras de Irak y Afganistán pusieron además al descubierto nuevas necesidades militares para hacer frente a las actuales guerras y también para poder operar conjuntamente con otras fuerzas armadas.

Han existido iniciativas dentro de la Alianza para tratar de mejorar las capacidades militares pero los resultados han sido más bien escasos. Hace años los aliados se pusieron como objetivo cuadruplicar el número de aviones europeos de transporte de tropas de gran tamaño; crear una flota de aviones cisterna para repostar en vuelo; garantizar que la mayoría de las fuerzas desplegables con alta disponibilidad de la OTAN estuvieran dotadas de equipos de defensa química, radiológica, biológica y nuclear; y aumentar en un 40% los arsenales no estadounidenses de proyectiles aéreos guiados. Según la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, en caso de que no se llegaran a dichos objetivos la credibilidad de la Alianza y de los aliados estaría en entredicho. Por las palabras de Rasmussen, parece que está siendo así.

El próximo mes de noviembre sabremos qué es lo que los Aliados quieren que la OTAN sea capaz de hacer con la adopción del nuevo Concepto Estratégico. Sería estupendo que tuviera su versión en términos cualitativos: cuántas fuerzas y recursos utilizables, desplegables y eficaces se necesitan en el nuevo entorno de seguridad. Pero como siempre, la principal dificultad para tratar de resolver el problema de las carencias militares es que las decisiones dependen de los gobiernos de manera individual y no de la Alianza. Incluso las operaciones multinacionales han dejando de ser vistas como una unidad para convertirse en un conjunto de aportaciones de contingentes de varios países que se envían por diferentes razones y con diferentes visiones de los riesgos.

El desarrollo de las capacidades parece un camino interminable al que hay que echarle imaginación y voluntad si se quiere conseguir algo. La puesta en común de recursos, como ha afirmado Rasmussen, ya sea porque son escasos o muy costosos, es una posible medida. La flota de los AWACS E-3 es el mejor ejemplo de lo que los países miembros pueden lograr poniendo en común recursos. Se reducirían sustancialmente los costes aunque por otro lado supone un mayor esfuerzo en cuanto a transparencia y a armonización de los proyectos, con lo que volvemos a la dependencia de los gobiernos de manera individual.

Las advertencias de Rasmussen se deberían tomar muy en serio porque Europa no se puede permitirse el lujo de no ser capaz de defenderse a sí misma, ni poner en peligro su alianza con los Estados Unidos. Lo que, por cierto, nos lleva al principio de esta reflexión, porque desde 2004 España se ha ido desarmando progresivamente vía presupuestaria al tiempo que rompía sus buenas relaciones con los Estados Unidos; "mérito" que en la castellana los españoles han reconocido a sus artífices, Chacón y Zapatero.

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