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Emilio J. González

Sueldos o cotizaciones, esa es la cuestión

Si no se quiere que bajen los salarios, entonces habrá que reducir los demás costes, incluidos los laborales. Y eso se hace con una política energética seria y con un ajuste presupuestario que permita reducir las cotizaciones a la Seguridad Social.

El todavía presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, parece que se quiere marchar del cargo hablando claramente sobre lo que piensa que hay que hacer en estos momentos, con independencia de si sus palabras suscitan o no polémica. Vamos, que ha optado por llamarle al pan, pan y al vino, vino y ha venido a decir que para salir de la crisis hay que trabajar más horas y cobrar menos. Sus declaraciones, como es lógico, han suscitado inmediatamente la reacción en contra de los sindicatos. Sin embargo, y aunque esto de echar más horas a cambio de menos dinero es algo que no gusta a nadie, conviene pararse un momento a reflexionar sobre lo que dice Díaz Ferrán, sobre todo porque eso de recortar los emolumentos de los empleados no es, precisamente, algo que haga felices a las empresas.

La situación ante la que nos encontramos en estos momentos es la de una profunda crisis económica que ha dado lugar a un aumento drástico del desempleo hasta cifras récord y sin visos de que esa tasa de paro del 20% que hemos alcanzado se vaya a reducir en los próximos años. Es más, las cosas todavía pueden ir a peor si se confirma la nueva etapa de debilidad en que está entrando la economía mundial, si continúa la guerra entre las principales divisas del mundo y si la OPEP se empeña en mantener altos, contra viento y marea, los precios del petróleo a pesar de la que está cayendo. Ante este panorama, las empresas españolas se encuentran con que sus ventas se reducen y sus exportaciones, que se concentran en un 70% en la Unión Europea, no tienen visos de remontar porque las cosas en la UE tampoco están nada bien. Y si se plantean penetrar más en Latinoamérica o en China, se encuentran con que la política depreciatoria del dólar que está siguiendo la administración Obama y la negativa de China a revaluar un yuan infravalorado impiden que los bienes y servicios españoles sean lo suficientemente competitivos como para poder penetrar adecuadamente en esos mercados.

¿Qué le queda, entonces, a la empresa española? Pues, a falta de reformas, lo que viene advirtiendo desde hace tiempo Paul Krugman de que hay que reducir los precios y, por tanto, los salarios, en, aproximadamente, un 25% con el fin de recuperar la competitividad perdida en los últimos años, que es lo que también ha venido a decir el presidente de la patronal CEOE. Por supuesto, si el Gobierno hubiera hecho las reformas que tiene que hacer, ahora no estaríamos hablando de esto; si hubiera contenido el gasto público, si hubiera bajado los impuestos y si no hubiera dejado que el déficit público se le escapara de las manos, tampoco. Pero el Ejecutivo no ha hecho lo que tenía que hacer, a pesar de que la pertenencia a la moneda única impone una serie de políticas y reformas que no se han aplicado en España, porque cuando llegan los tiempos de crisis ya no se puede devaluar para ayudar a resolver las cosas. Ese es el precio que pagamos por estar en el euro, si bien la ventaja es que la existencia de la moneda única está evitando que se reproduzca en la UE la guerra de divisas que se está produciendo a nivel mundial y que, en el pasado, fue uno de los factores que condujeron a la Gran Depresión de los años treinta.

Volviendo, sin embargo, al problema español, cuando no se puede devaluar, como es nuestro caso en relación con los demás miembros de la zona euro, todo el ajuste en tiempos de crisis recae sobre los costes y sobre el empleo. Y aquí, como gracias al desastre de política energética de Zapatero, los costes empresariales no laborales se han incrementado mucho, el ajuste del empleo es mucho más intenso de lo que hubiera resultado bajo otras circunstancias y con otras políticas económicas.

Así las cosas, ¿qué es lo que hay que hacer para salir adelante? Pues seguir con el ajuste en las empresas y como los costes energéticos y los de adquisición de equipos vienen dados, pues no hay más remedio que cargar las tintas sobre el empleo, lo cual se puede hacer despidiendo a más y más trabajadores o, como han aceptado las plantillas de algunas empresas, reduciendo los sueldos para que haya que despedir a menos personas. Esta es la dura realidad de la crisis.

Ahora bien, dicho esto, también es preciso entender la resistencia de los trabajadores a ver recortados sus emolumentos, más allá de que esta medida no le guste a nadie. En este sentido, conviene recordar que muchas familias están endeudadas hasta las cejas a causa, fundamentalmente, de la compra de una vivienda; que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes porque los sueldos no dan más de sí –suponiendo que los dos cónyuges trabajen porque si no es así las cosas son aún peores– y menos aún después de las subidas de impuestos decretadas por el Gobierno. Y si, como parece, en cualquier momento el Banco Central Europeo empieza a subir los tipos de interés, actualmente en el 1%, la letra mensual del piso se va a encarecer y, con ello, va ahogar todavía más a las economías domésticas. En este contexto, ¿cómo podrán muchas personas sobrevivir y pagar todas sus facturas si se les recorta el sueldo? Pues muy difícilmente, admitámoslo, y si las cosas se ponen así, muchas familias empezaran a dejar de pagar sus deudas y entonces van a crear un problema de morosidad a los bancos y cajas de ahorros todavía más importante que el que varios expertos dicen que se avecina, con lo cual la crisis volvería a empeorar.

¿Qué hacer, entonces? Pues muy sencillo. Si no se quiere que bajen los salarios, entonces habrá que reducir los demás costes, incluidos los laborales. Y eso se hace con políticas de reforma, con una política energética seria y con un ajuste presupuestario en condiciones que permita reducir las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. Si no se actúa de esa manera, entonces o se recortan los salarios o vuelven los despidos, en parte para reducir plantillas, en parte para seguir sustituyendo a trabajadores caros por empleados baratos y condenando al paro de larga duración a las personas de más de 45 años. Zapatero elige.

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