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José García Domínguez

Nuestro Balcanistán

Una carnicería ilegal, la que emprendió el compañero Solana sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni al Consejo de Seguridad de la ONU, que en nada contrariaría al beato Zapatero.

Si algún día los europeos, cuantos se dicen de izquierdas como sus iguales de la derecha, consiguieran aprender algo de la fascinación garrula que les suscita todo lo yanqui, tal vez descubrirían la máxima que rige las relaciones entre naciones desde que el mundo es mundo. A saber, que los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes. Es ésa una enseñanza muy simple que, sin embargo, a la Europa posmoderna le resulta difícil asimilar. Instalada en su feliz quimera kantiana de la paz universal, se empecina en ignorar que la fuerza constituye el argumento único del orden internacional. Así, en su gozosa regresión a la infancia, Europa quiere olvidar en qué consiste la esencia misma del poder, algo que los norteamericanos no dejan de tener presente jamás, ni un solo instante, nunca.

Por eso, al final, tuvieron que ser los misiles de la OTAN, y no unidades del continente, quienes arrasaran a sangre y fuego el Estado-nación de los eslavos del sur. Al igual que por eso, mientras los últimos soldados españoles abandonan hoy la difunta Yugoslavia, en los mapas emerge una minúscula mancha soberana llamada Kosovo. Y es que el poder, bien lo sabe el Imperio –responda por Obama o por Tea Party–, consiste en lograr que los demás hagan lo que uno quiere e impedir que procedan como ese mismo uno no quiere. De ahí, Kosovo. De ahí, la connivencia pasiva del Ejercito de España, por entonces fuerza invasora en aquella provincia serbia, con la UCHK, la banda de criminales de guerra que proclamó su secesión ilegal.

De ahí, en fin, la necedad de un pobre país en descomposición que ofrenda sus fuerzas armadas para destruir la integridad nacional de otro. Un glorioso precedente jurídico que, en su día, cuando también llegue el turno de diseccionar el Balcanistán de la península Ibérica, le servirá con tal de suicidarse conforme a derecho (internacional). Por cierto, una carnicería ilegal, la que emprendió el compañero Solana sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni al Consejo de Seguridad de la ONU, que en nada contrariaría al beato Zapatero. Ése mismo que acaba de sentenciar Chacón mediante: "Misión cumplida". Y tan cumplida, ya somos los siguientes de la lista.

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