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Aznar y Uribe

Al final de sus mandatos, los dos habían puesto contra las cuerdas a los terroristas, y habían reconocido a sus víctimas el papel que en sociedad deben tener.

El Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo (OIVT) se basa en el principio moral de que las víctimas deben ser el pivote cívico alrededor del que gire cualquier política de lucha antiterrorista. Desde su creación, sigue de cerca el comportamiento de instituciones nacionales, denuncia comportamientos y premia actitudes en relación con las víctimas. El bienestar que éstas exigen a sus gobernantes –y que el OIVT sigue de cerca–, no es sólo material, es moral: es el reconocimiento público de su papel en sociedad, lo que muchas veces no se limita a pensiones y subvenciones, sino a lo que hace unos años se encarnó en el lema memoria, dignidad y justicia, que reivindican aquellos que en vez de hacer y hacerse justicia con los etarras, dejaron esa labor al Estado de Derecho. Este miércoles, el OIVT premia a COVITE, a Denoix de Saint Marc –portavoz de las víctimas francesas del terrorismo– y a dos buenos amigos: José María Aznar y Álvaro Uribe.

Ambos recibieron al comienzo de sus mandatos unos grupos terroristas, ETA y FARC, fortalecidos, y unos Estados, el español y el colombiano, a la defensiva y con problemas de legitimidad en la lucha antiterrorista. Los dos tuvieron bastante presente que la lucha contra estos grupos es la lucha entre la democracia y el totalitarismo, que la lucha se libraría a largo plazo, que no sería fácil y que debiera hacerse sin atajos ni vulneraciones del Estado de Derecho. En el caso de Uribe, no sólo acorraló a las siniestras FARC, sino que normalizó las instituciones y la economía colombianas, hoy un ejemplo para el resto de Iberoamérica. En cuanto a Aznar, la lucha contra ETA se integró en el proyecto de regeneración institucional español, que entre otras cosas supuso una situación económica que muchos hoy recordamos con nostalgia. Ambos querían acabar con el terrorismo porque creían en la democracia liberal como el régimen que sus países merecían.

El pequeño secreto en la lucha contra estas bandas es que se puede luchar contra el terrorismo sólo si se tiene muy claro que las instituciones liberales son, no sólo superiores, sino incompatibles con los regímenes políticos comunistas y nacionalistas que FARC y ETA representan. Por ello, ambos han sido objeto de campañas infames de la izquierda más miserable, la misma que lo mismo negocia con ETA que ampara, justifica y hace propaganda de las FARC en el continente. El último episodio de esta campaña lo protagonizan varias organizaciones de activistas radicales que han denunciado a Uribe por espionaje, dentro de la campaña llevada a cabo por el cinturón propagandístico exterior de las FARC contra el ex mandatario colombiano. El acoso de los simpatizantes de las FARC recuerda a la campaña que otras organizaciones igualmente antisistema lo hicieron con Aznar con ocasión de la guerra que llevó la democracia a Irak.

Al final de sus mandatos, los dos habían puesto contra las cuerdas a los terroristas, y habían reconocido a sus víctimas el papel que en sociedad deben tener. Así que si los grupúsculos proetarras y profarquianos denunciaron desde el principio la política antiterrorista de ambos dirigentes, no ocurrió lo mismo con las víctimas de los criminales, que encontraron en Aznar y Uribe un apoyo y una comprensión que escandalosamente nunca han tenido con otros gobernantes. A fin de cuantas, cuando Santos continúa entusiasta con la política antiterrorista de Uribe, y Zapatero destroza la herencia recibida de Aznar, al menos a las víctimas les queda el consuelo de que tanto en Colombia como en España la receta para acabar con el terrorismo, hacer justicia, y defender la memoria y la dignidad de los asesinados por ETA y las FARC, ya está escrita. Que es lo que el OIVT premia este miércoles, y lo que nosotros celebramos.

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