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Amando de Miguel

Por alusiones

Shakespeare estuvo en Madrid en 1605, justo en el momento de la primera edición del Quijote. Con seguridad los dos poetas, autores de sonetos, hablarían entre ellos en latín.

José María Navia-Osorio se queja de que le ha sido muy dificultoso encontrar un ejemplar de mis Memorias en las librerías de Oviedo, incluida la prestigiosa de Cervantes. Lo siento, pero la editorial no tiene muchos recursos. También puede suceder que los libreros de Oviedo no lean esta seccioncilla. Por lo menos en Madrid el libro de las Memorias (y desahogos) está en todos los escaparates de El Corte Inglés y de VIPS. Nota: si no encuentran el libro en las librerías, pídanlo directamente a INFOVA.

Don José María se extraña de que yo escriba Cámelot con tilde. Pero así debe ser porque el nombre es inglés y se acentúa en la primera sílaba. En inglés, camelot era el nombre de un tejido con lana de camello que llevaban los Caballeros de la Mesa Redonda como recuerdo de alguna Cruzada. Es el nombre de mi casa de nueva planta, tal como figura en mis Memorias. Es un homenaje a la floración intelectual de la época de Kennedy, en la que yo estuve como estudiante en los Estados Unidos. La corte intelectual de John F. Kennedy se designó como "Camelot", el título de un musical de Broadway, entonces en boga. Aprecia don José María el lujo que supone el volumen de mis Memorias, con despliegue inusitado del color. Es la misma impresión que me produce la T4 de Barjas, diseñada por Antonio Lamela. Por cierto, el arquitecto famoso se ha hecho con dos ejemplares de mis Memorias. Uno lo utiliza para subrayar y anotar; el otro lo guarda impoluto. Le extraña a don José María que mi madre (impulsora de mi vocación universitaria) se contentara con la elección de la carrera de Ciencias Políticas, una carrera un tanto inútil. Hombre, tan inútil no ha sido, pues aquí estoy. También estudié otras cosas, como queda relatado en mis Memorias.

Don José María anda con el deseo de que le firme un ejemplar de mis Memorias, porque le hace ilusión regalárselo a su cuñado. Siempre me ha resultado un misterio lo del valor mítico de la dedicatoria de un libro. Guardo con deleite el primero que tuve de esa guisa, el Avinareta, que me dedicó Baroja cuando yo tenía 15 años. Recientemente me ha sucedido un hecho insólito. En el desfile del 12 de octubre, algunos asistentes me pedían que pusiese mi firma en las banderas que portaban.

Carlos Ferrero Gómez (Londres) me solicita información para ver en qué librería londinense puede adquirir mis Memorias. No tengo ni idea. Será mejor leerla en el Instituto Cervantes o en el Museo Británico. Por cierto, Shakespeare estuvo en Madrid en 1605, justo en el momento de la primera edición del Quijote. Con seguridad los dos poetas, autores de sonetos, hablarían entre ellos en latín.

Miguel Cervera (catedrático de Universidad) sostiene que la primera rueda en la Historia quizá fuera la vertical del torno alfarero. Por lo mismo, los primeros números que se escribieron aparecen impresos en los cacharros de barro de Mesopotamia hace unos 5.000 años, mes arriba, mes abajo. Me alegra la coincidencia, pues la primera máquina que archiva mi memoria es el torno de los alfares de mi pueblo de nación. Puede que la primera rueda fuera el molino de mano o la piedra que servía para que girara el gozne de una puerta.

Juan José Carballal se pregunta por qué a esta seccioncilla acuden tantas opiniones de médicos, como él mismo. Puede que sea una conducta idiopática; en la jerga de los médicos equivale a decir que no sé a qué se debe. Quizá cuente la constante de que a un médico "nada de lo humano le es ajeno", que decía el clásico.

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