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El Tea Party no existe

Ha ganado, pues, no el Tea Party, y mucho menos los republicanos, sino la democracia liberal, con su fabuloso poder de contagio y de estímulo.

El presidente Reagan dijo: "Somos una Nación que tiene un Estado, y no al revés". Esto ha demostrado el pueblo americano el primer martes después del primer lunes de noviembre de 2010, fecha que será recordada en Occidente por la victoria ideológica que presagia.

La derrota de Obama, cosechada por los demócratas del Congreso a los que impuso su agenda, supone el fin efectivo de esta, destinada a socializar –colectivizar– América y a cubrirla de deuda.

La estrella de estas elecciones ha sido el Tea Party, caricaturizado hasta el extremo. Pero les contaremos un gran secreto: el Tea Party no existe. Es el pueblo americano. Lo que votó anteayer puede revocarlo en 2012, pero le gusta recordar quién es el que manda. Por eso los que odian a América y la democracia liberal, valga la redundancia, han querido tergiversar lo que no era sino la resistencia natural a los excesos burocráticos y de gasto del poder público. Si hubiera Tea Party en Europa, se llamaría Angela Merkel. Para toda la izquierda, y para cierta derecha antiliberal, el equilibrio presupuestario es herejía, y sus partidarios, extrema derecha, ultras, y nazi-fascistas. ¿Eso piensan de Merkel? Que se lo digan.

Hay pues, bien lo vio Revel, una obsesión anti-americana. Se había tomado dos años de vacaciones en la esperanza de que Obama convirtiera Estados Unidos en Suecia. Mala suerte. El experimento ha fallado y hasta en Suecia parece que prefieren a la derecha.

A nosotros, en cambio, nos gustan los americanos todos. Por ejemplo, el flamante nuevo senador por Virginia Occidental, Joe Manchin, del Partido Demócrata. Es contrario al aborto, contrario a incrementar los gastos a las empresas por el cambio climático, favorable al derecho a llevar armas constitucionalmente protegido, y se opone, por cierto igual que Obama, al llamado matrimonio homosexual. ¿Qué hacemos (según los medios españoles, derecha e izquierda confundidas)?, ¿apuntarlo al Tea Party?

Los americanos no han reaccionado abruptamente. Ya avisaron a Obama en las elecciones especiales del mes de enero, cuando republicanos poco conocidos ganaron en el Senado en Massachusetts y la gobernaduría de Nueva Jersey. Decidió no hacer caso y rebajar la función presidencial hasta extremos grotescos, burlándose reiteradamente de los votantes republicanos a los que caracterizaba como vagos, bebiendo granizados mientras él trabajaba sacando al coche de la cuneta, o rechazando coger la fregona para limpiar la porquería que ellos mismos habían traído. Paradójicamente, esa misma fregona que una de las organizadoras del Tea Party se echó al hombro cuando la empresa de su marido quebró mientras Obama y Bernanke rescataban bancos.

Lo que explica este vuelco que no se había visto desde 1946 es, en suma, el intento, fracasado, por revertir en América el progreso de los años de Reagan. La nueva mayoría de la Cámara de Representantes y los nuevos senadores republicanos intentarán impedir esta regresión buscando el equilibrio presupuestario y revitalizando la responsabilidad individual y la libertad, señas preteridas de la identidad del pueblo americano.

Ha ganado, pues, no el Tea Party, y mucho menos los republicanos, sino la democracia liberal, con su fabuloso poder de contagio y de estímulo. Por eso tiemblan aquí las fuerzas reaccionarias. En la conclusión del afamado discurso de Gettysburg, Abraham Lincoln –el presidente de la emancipación, que era republicano– reafirma el compromiso americano de que el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, no desaparezca de la faz de la tierra. Eso, lógicamente, tiene que tener a la izquierda escamada.

Por último, esta es una victoria electoral, pero también ideológica. Es la revocación de las políticas socialistas y de desmesura en el gasto público que siguieron a la crisis financiera de 2008. Después de la constatación del fracaso del socialismo real, o comunismo, se advierte ahora la del socialismo ficticio, conocido en Europa como socialdemocracia. Dios quiera que esa marea americana anegue pronto Europa.

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