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Emilio J. González

La incapacidad psicológica de ZP

El problema fundamental reside, en última instancia, en que Zapatero está incapacitado para gestionar la crisis. No me refiero en términos políticos, que también, sino en términos psicológicos.

Lo de Zapatero con la crisis es digno de un profundo estudio psicológico. La economía española se acerca más y más al borde del abismo y el presidente del Gobierno, en lugar de hacer todo lo posible para evitar nuestro hundimiento total, ahora que aún estamos a tiempo, no mueve un dedo y pretende, a estas alturas, que con decir que nuestra situación no es como la de Irlanda todo se arregla. Pues no es eso, precisamente, lo que piensan los mercados al respecto. No hay más que ver que el diferencial de tipos con Alemania –o sea, la prima de riesgo de invertir en España– se sigue ampliando y ya supera los 2,1 puntos porcentuales. Pero lo que es peor, el tipo de interés del bono a diez años, que se sitúa en el 4,73%, se va acercando peligrosamente a ese nivel del 5% que para muchos analistas, y dados nuestros niveles de déficit y endeudamiento, marca el punto a partir del cual nuestro país no podrá pagar en el futuro sus deudas y tendrá que declararse insolvente. Y mientras el desastre se consuma, ZP sigue aferrándose como una lapa al sillón presidencial.

¿Por qué no creen los mercados en ZP y siguen castigándonos? En primer lugar, porque como ya les ha tratado de engañar tantas veces que mientras no vean acciones concretas en marcha, y en la buena dirección, todo lo que diga o haga Zapatero carecerá de importancia porque ha dilapidado de la manera más absurda el gran bagaje de credibilidad de la economía española que heredó del Gobierno Aznar. Además, el presidente se empeña en decir una y otra vez que la situación española no es como la irlandesa, y tiene razón, pero para mal. Allí había y hay una economía saneada y flexible y un Ejecutivo que toma decisiones, le cueste lo cueste. Su problema es que tiene bancos demasiado grandes para un país tan pequeño que cometió el error de garantizar al cien por cien los depósitos bancarios y las ayudas al sector y ahora no puede pagarlas. Aquí el problema con el sistema financiero es que dista mucho de haberse saneado. Ahí está, sin ir más lejos, todo el problema con el sector inmobiliario, que no hace más que crecer y crecer a golpe de refinanciaciones porque Zapatero no permite el ajuste de la vivienda. Con lo cual, esto es como una bola de nieve rodando por una ladera, mientras se hace más grande, hasta que se estrelle contra un árbol o una roca y se haga mil pedazos.

Además, está el pánico cerval que le produce a Zapatero tomar decisiones. Sin ir más lejos, la respuesta que ha dado al manifiesto que la semana pasada presentaron cien grandes empresas al Rey no ha sido ponerse inmediatamente a hacer lo que hay que hacer, empezando por una reforma laboral de verdad y siguiendo por un drástico recorte del gasto público como está haciendo Cameron en Inglaterra. No, lo que ha hecho es convocar a las 25 mayores compañías para crear una comisión sobre la que tratar de los problemas del sector empresarial. Lo cual resulta, cuando menos, irrisorio porque los problemas se conocen de sobra y, por tanto, ya no es tiempo de sentarse a hablar y seguir mareando la perdiz, sino de actuar con todas las de la ley. Pero como a Zapatero le produce alergia hacer lo que hay que hacer, porque va en contra de sus convicciones ideológicas más íntimas, enseguida se busca una excusa para dejar las cosas como están. Y esa excusa se la proporcionan rápidamente unos sindicatos que siguen pensando que el empresario se apropia de la plusvalía de los trabajadores y cosas por el estilo propias del marxismo más duro. Por tanto, de dicha comisión, si es que alguna vez llega realmente a reunirse, no cabe esperar nada de nada y quien piense lo contrario no tiene más que recordar como cuando se iniciaron las fallidas negociaciones sobre la reforma laboral entre los empresarios y los sindicatos, el Gobierno de inmediato trazó las líneas rojas que no quería que se traspasaran, las mismas que pedían UGT y CCOO, y no se hizo nada de nada porque la reforma no entró en los problemas del mercado de trabajo que más afectan a las empresas y más paro generan. Y así no avanzamos.

Mientras tanto, Zapatero insiste en pedir a los españoles y a los mercados un cheque en blanco a través de los empleos que, en su imaginación, va a crear su proyecto económico estrella: la ley de economía sostenible, cuando nadie ve por ningún lado las posibilidades de dicha política, sobre todo si se tiene que financiar a golpe de un gasto público que, hoy por hoy, el presupuesto no puede, ni de lejos, soportar. No hay más que ver de qué forma respalda su apuesta ZP: recortando las primas a las renovables en un 45%, como aprobó el pasado viernes el Consejo de Ministros. Y luego pretende que alguien crea en él.

Aquí, el problema fundamental reside, en última instancia, en que Zapatero está incapacitado para gestionar la crisis. No me refiero en términos políticos, que también, sino en términos psicológicos, porque le da tanto miedo tomar las decisiones adecuadas y éstas van en contra de su ideología más profunda que ZP hoy se encuentra perdido, sin coordenadas y sin saber encontrar una salida a su situación. Parece, en definitiva, más un zombi que un presidente y a los zombis, por su propia naturaleza, es mejor enterrarlos lo antes posible.

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