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Pedro de Tena

Los empresarios, Zapatero y Andalucía

Siempre hemos creído que la democracia, un ejercicio difícil, debiera combinar los intereses generales con los particulares, los intereses nacionales con los regionales y locales, los intereses empresariales con los sociales...

37 empresarios, dos ministros y un presidente. 40 personas, suponiendo 5 minutos de intervención cada una, 200 minutos, más de tres horas y decenas de puntos de vista condicionados por los propios negocios, nos hacen esperar bien poco de tamaña tontería. Quienes tienen que definir los intereses generales son quienes detentan el Gobierno y la oposición representados en Las Cortes. ¿O es que van a ser ahora Florentino Pérez, Isidoro Álvarez o Emilio Botín los que definan intereses generales superiores a los propios? Pero, ¿es que con ese tiempo puede decirse algo comprensible y con sentido sobre la realidad nacional? Es más, ¿es que cabe entender siquiera tal batiburrillo de melodías que no orquesta? Recordemos que para Zapatero lo importante es la foto. Y eso sí, todos estos señores se la han hecho echando una manita al "loco" para  el que Leguina pide ya abiertamente una muerte digna.

Como andaluz, me siento agraviado. Sólo he logrado localizar a un empresario andaluz entre los 37 asistentes. Se trata de Felipe Benjumea, el representante de Abengoa, empresa que tiene intereses muy superiores a Andalucía y que no representa para nada la realidad empresarial andaluza compuesta por pequeños empresarios y autónomos uncidos al yugo dirigista de la mayor empresa: la Junta de Andalucía, ruinosa, sobrecargada de personal, al servicio de un partido y sin futuro. No me siento herido por la escasa presencia empresarial andaluza. Es la realidad. No tenemos empresarios con muy pocas excepciones Me siento lastimado por el escaso futuro de Andalucía cuyo peso en España es el que es, cero patatero. Ni siquiera una Caja. Ni siquiera fue invitado el vicepresidente andaluz, Manuel Chaves, para compensar. Cuando se oye que el presidente de la Confederación de Empresarios Andaluces, actualmente una pieza del régimen socialista que permite que sus líderes hagan patrimonio a cambio de callar, aspira a regir la CEOE, se echa uno a reír. O a llorar.

Siempre hemos creído que la democracia, un ejercicio difícil, debiera combinar los intereses generales con los particulares, los intereses nacionales con los regionales y locales, los intereses empresariales con los sociales... En fin, buscar el bien común definido en un tiempo amplio pero concreto de modo que en determinados años todas las personas, los municipios, las regiones, las empresas experimenten un empuje hacia la libertad, el progreso, la cultura, la competencia y la igualdad de oportunidades sin graves diferencias ni marginaciones. Pero con este patio y en plenas elecciones catalanas, ¿qué futuro espera a las tierras más deprimidas de España donde hay más funcionarios que empresarios y donde la sopa boba, no por defecto genético de sus ciudadanos sino por la malvada instigación de unos gobernantes caciquiles, ha sustituido a la iniciativa libre y a la competencia leal?

España, bajo la dictadura de Franco, tuvo autopistas en el Norte vasco y catalán mientras en el Sur (y no sólo en el Sur) moríamos de tristeza en carreteras trazadas por otro dictador, Primo de Rivera. Andalucía desde el principio del siglo XX se situó a la cola de España y ahí seguimos. Ha habido gobiernos de derechas, republicanos, autoritarios y socialistas. ¿Y qué? Que la gran reforma del gran Sur, en el que incluyo a Extremadura, Castilla la Mancha, Andalucía y Murcia, está pendiente. El día que esta reforma se lleve a cabo lo que pase en las elecciones catalanas no será relevante. Seguro.

En España

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