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José García Domínguez

Plegarias atendidas

Rece, pues, Rajoy para que Zapatero le aguante en pie durante los minutos de la basura. Al menos.

En un pronto rutinario de los suyos, don Mariano acaba de reclamar del otro que gobierne o presente elecciones cuanto antes. Una manera como cualquiera de pasar el rato, ésa de pedirle peras al olmo en la que tanto se prodiga el gallego. El caso, ya se sabe, es andar entretenido. Aunque el líder de la leal oposición se guarda muy mucho de anunciar una moción de censura, cautela que revela bien a las claras la sinceridad de sus alegatos. No obstante, a fuerza de repetir la cantinela Rajoy podría incurrir en una prima de riesgo como dicen ahora los enterados. Por algo Santa Teresa alertó en su día de que "más almas se pierden por las plegarias atendidas que por las no escuchadas".

Así, en el PP no parecen haber ponderado el peligro que se cerniría sobre ellos en la eventualidad de un adelanto de las elecciones. A saber, que igual las ganarían. Contingencia ante la que Cristobal Montoro debería explicar a su jefe una vieja historia que conoce cualquiera que haya pasado un par de tardes en alguna facultad de Económicas. La del ingeniero, el químico y el economista que naufragan en una isla desierta provistos de una lata de sardinas. Ésa en la que, después de desistir de abrirla los dos primeros tras de un sinfín de intentos inanes, se dirigen al tercero, que durante todo el tiempo los habría contemplado con una media sonrisa de suficiencia, inquiriéndole:

– ¿Qué haría usted?

Pregunta que da paso a una extensa y deslumbrante disertación teórica, que da inicio del siguiente modo:

– Bueno, supongamos que ahora mismo dispusiéramos de un abrelatas...

Y es que la eclosión del pensamiento mágico, con toda esa charlatanería irracional a propósito de generar confianza, como si los estados de ánimo se sometieran a los designios de la voluntad, viene de ahí, de que, muerta y enterrada la soberanía monetaria, ya no hay abrelatas. Razón de que, más allá de la burda cirugía sin anestesia en el Presupuesto, apenas reste apelar a la confianza del mismo modo que antes se sacaba de romería a la Virgen en rogativa por la lluvia. Rece, pues, Rajoy para que Zapatero le aguante en pie durante los minutos de la basura. Al menos.    

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