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Pío Moa

¿Qué hacer con la Constitución?

La Constitución ha dejado de regir, se ha convertido en una entelequia que justifica cualquier cosa. Ello plantea un problema sumamente grave: si ha de prevalecer la ley o han de prevalecer unos políticos corruptos y anticonstitucionales.

Como es sabido –y he querido recordar en La Transiciónde cristal, porque estaba olvidado por casi todo el mundo–, el procedimiento de elaboración de la Constitución no fue especialmente democrático ni transparente. Suárez le impuso de manera previa e ilegal el hecho consumado de las "preautonomías" y luego quiso cocinarla entre la UCD y el PSOE, marginando a otros partidos. Esto último fracasó en principio, pero al final Suárez se salió en buena medida con la suya, mediante las reuniones gastronómicas de Abril Martorell y Alfonso Guerra. Ya he comentado el dato curioso de que Guerra, enemigo de Montesquieu, es decir, de la democracia, calificara a Abril de perfecto zoquete en materia jurídica –que lo era–. Las decisiones alcanzadas entre tal pareja de estadistas eran luego refrendadas por las Cortes, gracias a la disciplina de partido. Injustamente, nadie cita a Abril y a Guerra entre los "padres de la Constitución". Digamos también que el famoso y peligroso término "nacionalidades" estuvo a punto de ser eliminado por la conjunción mayoritaria de UCD y AP, pero Suárez prefirió evitarla y entenderse con los socialistas.

De ahí salió, y solo podía salir, una Constitución contrahecha, es decir, farragosa, confusa y contradictoria, en parte demagógica. No obstante, proclamaba dos puntos clave: la unidad nacional y las libertades. Sobre esa base, unos políticos razonables y de principios podían haber ido cerrando las vías de agua contenidas en el propio texto, en particular los artículos que socavaban la soberanía nacional con el invento de "nacionalidades" y abrían paso al vaciamiento de las competencias del estado. Pero la dinámica ha sido la opuesta, determinada en medida muy considerable por la acción de la ETA y la "solución política".

Y así, tras el mayor atentado terrorista de la historia de España, hemos llegado a la situación inaudita de un gobierno colaborador de la ETA en la liquidación de la ley fundamental y de la herencia más positiva de la transición. He expuesto esta dinámica en el libro Contra la balcanización de España, de 2005, y desde entonces el proceso no ha hecho sino empeorar, gracias a la colaboración del PP en el mismo. La Constitución ha dejado de regir, se ha convertido en una entelequia que justifica cualquier cosa. Ello plantea un problema sumamente grave: si ha de prevalecer la ley o han de prevalecer unos políticos corruptos y anticonstitucionales.

En España ha habido ya demasiadas constituciones y creo que no es cosa de inventar una nueva. Se trata de reformar a fondo la existente, nacida, con todos sus defectos, de un proceso de democratización. Reformarla exige crear opinión pública al respecto, algo posible si se organiza un movimiento cívico por la unidad de España y la regeneración democrática. De otro modo, la perspectiva más probable, por el momento, consiste en la progresiva degradación y "latinoamericanización" de la política española, y con ella de la convivencia nacional.

En España

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