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Cristina Losada

Cascos y la indigencia política

Hasta los que llevan fama de grandes políticos se hallan desprovistos de grandes nociones. Tan enorme es el vacío que cuando Cascos ha tenido que aderezar sus ambiciones de poder, ha recurrido a los tópicos al uso como cualquier político de tres al cuarto

Por el revuelo que ha originado la salida de Álvarez Cascos del PP se hubiera dicho que estamos ante el surgimiento de una disidencia política de calado. El hecho, sin embargo, es que el cabecilla de la supuesta facción anti Rajoy no ha considerado necesario postularse ni marcharse con un discurso político que vaya más allá del "Asturias, patria querida" a modo de programa. Se trata, por supuesto, de un noble propósito, amén de un himno entrañable, pero como declaración de principios de una rebelión interna resulta, cuando menos, estupefaciente.

Si de alguien se espera que disponga de un acervo remotamente parecido a un ideario es de un veterano que ocupó altos cargos en el partido y en el Gobierno. Pero la sorpresa que deparan las intervenciones del antiguo secretario general –y, en esa época, poco amigo de "dejar hablar a las bases"– es que no traslucen una visión política digna de ese nombre. A menos que aceptemos, ya puestos, que "recuperar el orgullo de ser asturiano" representa un programa sólido y diferenciado por el que merece la pena abandonar un partido e incluso montar otro.

Así, aún se desconoce en qué se distinguen las propuestas de Álvarez Cascos de las que cocinan en Génova 13. Si está por una política más liberal o más intervencionista, por una oposición más contundente o más conciliadora, por pactar con los nacionalistas si llega el caso o no pactar nunca con ellos aunque la necesidad llegue apretando. Y así. Cierto que no he leído las obras completas del rebelde, pero en esa hora de la verdad que es plantarse contra la dirección del partido, sus referencias ideológicas no las ha buscado en Burke ni en Hayek ni en ningún pensador de la derecha española, sino en Matar a un ruiseñor, que es una novela seguramente muy digna popularizada por Hollywood, pero no una aportación a las ideas liberal-conservadoras.

La espantada de Alvarez Cascos se ha vinculado a la falta de democracia interna en los partidos, ese oxímoron, pero el episodio confirma que tales organizaciones sufren una carencia mucho más relevante y asombrosa. En ellas, salvo excepciones contadas, hasta los que llevan fama de grandes políticos se hallan desprovistos de grandes nociones. Tan enorme es el vacío que cuando Cascos ha tenido que aderezar sus –legítimas– ambiciones de poder, ha recurrido a los tópicos al uso, como cualquier político de tres al cuarto. Chorretón de ensalzamiento regional, paletada de sentimientos, gotas de victimismo y marchando. Si eso es todo cuanto tiene que ofrecer, vive en la misma indigencia política que el aparato. Dicen que formaba en el "ala dura" del PP. ¿Será por el carácter?

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