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Pedro Cateriano

El "odio" de Vargas Llosa

La hija del dictador acusó también de intolerante a Vargas Llosa. En eso sí tiene razón. Es intolerante con todos los que están contra el Estado de derecho, con aquellos que creen que la dictadura es la mejor forma de gobierno. Pero no odia.

Hace poco el presidente Alan García condecoró a Mario Vargas Llosa con la Orden al Mérito de las Artes y las Letras, tras obtener el Premio Nobel de Literatura. A un grupo considerable de personas les llamó la atención. Y resulta obvio el porqué: el ex candidato presidencial del Frente Democrático no llegó a la presidencia de la República porque nuestro actual mandatario y el Apra hicieron todo lo posible para impedirlo.

Como se recuerda, en las elecciones presidenciales del noventa, desde Palacio de Gobierno, García jugó un papel decisivo en la guerra sucia que se orquestó para asustar al elector peruano, haciéndole creer que las propuestas del escritor traerían solo desgracias. Fue él quien lideró una costosa campaña en la que se emplearon casi todos los recursos del Estado, gastando millones en publicidad destructiva, montando un diario (Página Libre), digitando los medios de comunicación del Estado, usando al Sistema de Inteligencia Nacional para realizar espionaje telefónico, entre otros.

Finalmente, el voto por consigna de apristas y comunistas posibilitó la victoria del novato Alberto Fujimori. García festejó ese triunfo como propio porque él fue el verdadero artífice de la derrota de Vargas Llosa. El líder aprista se ha jactado públicamente de este hecho.

En las elecciones presidenciales de 2006, ante la disyuntiva de elegir entre Alan García y Ollanta Humala, Vargas Llosa –pensando que la candidatura del segundo era una amenaza para la democracia por su cercanía con ideas totalitarias– se manifiesta públicamente a favor de García (solicita entonces votar "tapándose la nariz al momento de sufragar" por el candidato del Apra). Es decir, por quien le impidió el triunfo en 1990.

Afortunadamente García, esta vez, actúa de manera distinta a la de su irresponsable y fracasada primera administración. Aplica una política económica que garantiza la libertad económica y el orden fiscal. Ello redunda en beneficio del país. Y merece el saludo y reconocimiento de la comunidad internacional, de empresarios e intelectuales, entre ellos el de nuestro célebre escritor.

A poco de llegar a Lima, procedente de Estocolmo tras recibir el Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa, preguntado por los periodistas, acerca de la candidatura presidencial de Keiko Fujimori declaró: "Si la hija del dictador que está condenado por criminal y ladrón tiene la posibilidad de ser elegida presidenta del Perú, voy a tratar de impedirlo por todos los medios legales posibles". Agregando que una posible victoria de Keiko Fujimori en las próximas elecciones del 2011 sería "una catástrofe para el país".

La heredera del autócrata, sus partidarios, y los útiles amigos en algunos medios de comunicación reaccionaron violentamente, ante las declaraciones de Vargas Llosa. Lo acusaron de actuar motivado por el odio y el resentimiento.

Criminal. Las afirmaciones del flamante premio Nobel no eran novedosas. El ex dictador, jurídicamente hablando, es un criminal, no porque lo afirme Vargas Llosa, sino porque la judicatura peruana así lo ha resuelto. Fujimori fue condenado luego de un larguísimo proceso judicial en el que participaron tres Cortes: la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Suprema de Chile y la Corte Suprema del Perú. Este hecho, sin duda inédito, acredita que el caso tiene un sustento jurídico sólido que permitió la condena del déspota por delitos de violación de derechos humanos y de corrupción.

Acaso la prueba más concluyente de la corrupción en el Gobierno de Fujimori sea la repatriación de cerca de 200 millones de dólares –obtenidos ilícitamente por conocidos fujimoristas– efectuada por fiscales y jueces extranjeros e ingresados a un fondo (Fedadoi) creado durante el Gobierno del presidente Alejandro Toledo.

La verdad es que cuando Vargas Llosa ganó en la primera vuelta de los comicios presidenciales de 1990, quiso renunciar a participar a la segunda en favor de Fujimori, para evitar que el "candidato sorpresa" cayera en las manos del partido de Alan García. Además, personalmente, le ofreció el programa de gobierno que sus técnicos habían preparado. Pero el deseo del escritor no prosperó.

Una vez que Fujimori ganó las elecciones presidenciales, Vargas Llosa reconoció su triunfo y solicitó a sus parlamentarios (del Movimiento Libertad) que apoyaran al nuevo Gobierno en todas las iniciativas para modernizar el país, abrir la economía y defender la legalidad. Así se obró.

El novelista retornó a Europa para dedicarse a su quehacer literario y guardó un prudente silencio durante toda la etapa constitucional de Fujimori (1990-1992). Estimó que había que darle un ambiente de estabilidad política al Gobierno en su difícil tarea de reconstruir al país que había destruido Alan García.

Esta conducta cambia cuando Fujimori rompe el orden constitucional y da el golpe de Estado del 5 de abril de 1992. A partir de ese momento se convierte en el más pugnaz adversario de la dictadura y advierte al país de las graves consecuencias de apoyar tamaña aventura. Vargas Llosa denuncia así durante todos los años de la autocracia fujimorista los atropellos cometidos por un régimen abusivo que poco o nada respeta a los ciudadanos y que más bien le otorga poderes casi plenos a un personaje siniestro: Vladimiro Montesinos.

Un apunte final. La hija del dictador acusó también de intolerante a Vargas Llosa. En eso sí tiene razón. Es intolerante con todos los que están contra el Estado de derecho, con aquellos que creen que la dictadura es la mejor forma de gobierno. Pero no odia. Si no, que le pregunte a su aliado táctico Alan García.

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