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José García Domínguez

El cuento de la lechera monclovita

Los modelos teóricos que manejan, añejas caricaturas mecanicistas ingeniadas todas en la era victoriana, presumen un universo lineal. De acuerdo con ellos, cuanto más aumente la producción, más crecerá el empleo.

A los economistas de algún relumbrón institucional les ocurre como al presidente del Gobierno: se equivocan siempre, pero no dudan nunca. Antes la muerte. Quizá de ahí que la gente todavía se deje impresionar por el aplomo con que declaman su jerigonza corporativa ante los medios de comunicación. Aunque en puridad poco más sepan acerca del mundo que sus genuinos pares, aquellos alquimistas de la Edad Media. Así, los modelos teóricos que manejan, añejas caricaturas mecanicistas ingeniadas todas en la era victoriana, presumen un universo lineal. De acuerdo con ellos, cuanto más aumente la producción, más crecerá el empleo. Y cuanta más ocupación se cree, menor ha de ser la tasa de paro.

No otro, por cierto, resulta ser el prejuicio doctrinal que yace tras el último augurio de Zapatero, ése que presume escaladas anuales del dos por ciento para el PIB doméstico hasta el 2015. Sin embargo, tan manido cuento de la lechera macroeconómica plantea un serio contratiempo fáctico, a saber, que es falso. Simplemente, no se compadece con la evidencia empírica que, a largo plazo, mayor crecimiento implique siempre menos paro. Y ni siquiera haría falta irse muy lejos con tal de comprobarlo. A fin de cuentas, nuestra propia experiencia histórica refuta esa falacia intuitiva. Pregúntenles si no a los famosos "expertos" cómo es posible que en la España de 1992 hubiera un dos por ciento menos de empleo que en la de 1970, si durante el periodo la economía nacional llegó a doblar su tamaño en términos reales.

Lo único que acertarán a contestarles es que por aquel entonces no tan lejano, más actividad se tradujo... en más paro. Por cierto, en idéntico periodo, y habiendo crecido Estados Unidos apenas un 75 por cien, el empleo se disparó un 45 por cien. Ergo, a mucho menor crecimiento, muchos más puestos de trabajo creados. Al respecto, Cuando la profecía falla, un clásico de la psicología experimental, documenta con exhaustiva pericia cómo reaccionan los grupos humanos tras demostrarse falsa su cosmovisión. Por lo común, dan en intensificar el fervor de su fe en la causa. Igual los adventistas del séptimo día que los deudos espirituales de Trotsky o los devotos fontaneros de La Moncloa. Lo que sea, menos dudar, claro.

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