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EDITORIAL

El simulacro reformista de ZP y el contagio portugués

España necesita, más que nunca, auténticas y profundas reformas en nuestra economía. Pero ya vemos que Zapatero, cuando no está insultando a los inversores como viles especuladores, se dedica a tratar de calmarlos con reformas que no son más que humo.

Dice Zapatero que "hay algo peor que la ausencia de consensos amplios para fraguar las reformas y es la ausencia de reformas. Y como esto sería lo peor, no va a ocurrir". Suena bien, si no fuera porque, en el caso de Zapatero, aun debemos contemplar un escenario todavía peor: y es el de ver a un presidente que finge firmeza y vende cómo reforma lo que no es más que un mero simulacro, un simple retoque cosmético para ganar tiempo. Esto es, de hecho y a pesar de la oposición de los sindicatos, lo que constituyen las "reformas" planteadas por Zapatero, tanto en el mercado laboral como en el terreno de las pensiones.

La propuesta de Zapatero de retrasar a los 67 años la edad de jubilación –propuesta rechazada hasta por su propio partido en el seno de la Comisión del Pacto de Toledo– no sólo es un mero parche para la consustancial ineficiencia de nuestro sistema público de reparto, sino que además se queda en nada concreto cuando, al tiempo, Zapatero nos dice este martes que desea que sea "gradual, progresiva y flexible", al tiempo que permitirá –en ciertos casos, que no concreta– "poder jubilarse con anterioridad a la nueva edad legal fijada".

Otro tanto podríamos decir de la supuesta reforma laboral que impulsa el presidente: para abordar mínimamente en serio una reforma en este terreno habría que empezar por hablar de la erradicación de la negociación colectiva, que impone una gran rigidez en el mercado laboral español, incrementa los costes y reduce sustancialmente la competitividad de nuestras empresas. El presidente del Gobierno, sin embargo, evita exponer claramente la erradicación de este lastre como sello distintivo de esa reforma que va a llevar a cabo, "con o sin consenso". Y es que el supuesto enfrentamiento entre el Ejecutivo y los sindicatos no debería llevar a nadie a engaño: los sindicatos, en concordancia con sus errados postulados ideológicos, por no hablar de sus intereses económicos, no pueden sino oponerse a estar reformas, aunque sean meros simulacros; y el Gobierno, por su parte, tiene que simular "firmeza reformista" para tratar de calmar a unos inversores cada día más alarmados.

El hecho es que, a pesar de todas estas maniobras de distracción, que no de reforma, los mercados son cada día más pesimistas respecto a nuestra economía. Así, y atendiendo a la cotización diaria de los bonos españoles, los inversores sentencian que el rating real de España se sitúa en BB-, el nivel propio de los bonos basura (activos sólo aptos para la especulación y no para la inversión conservadora), muy por debajo de la doble A en las que nos mantienen –por el momento– las agencias oficiales de calificación, desde que nos la rebajaron hace unos meses.

A eso hay que sumar el enorme riesgo de contagio por la crítica situación que atraviesa Portugal. Este martes, a la multitud de analistas que advierten que nuestro país vecino tendrá que ser rescatado, al igual que lo fueron Gracia e Irlanda, se ha sumado la propia administradora del Banco de Portugal que ha admitido que el rescate será "inevitable". A este respecto, tenemos que advertir que la exposición española a la deuda pública y privada portuguesa roza la friolera de los 100.000 millones de dólares (unos 77.000 millones de euros), es decir, el 8 por ciento de todo nuestro PIB y el 34% de todo el crédito internacional luso.

Así las cosas, no es de extrañar que el editorial de este martes del Financial Times, a pesar de ser sumamente indulgente con la desastrosa política de Zapatero, aconseje abiertamente a España la solicitud de un crédito contingente al Fondo Monetario Internacional.

Es evidente, por tanto, que si España desde hace mucho tiempo requiere auténticas y profundas reformas en nuestra economía, ahora las necesita todavía mucho más. Pero ya vemos que Zapatero, cuando no está insultando a los inversores como viles especuladores, se dedica a tratar de calmarlos con reformas que no son más que humo. Nada extraño en un presidente que ha tenido la desfachatez, este mismo martes y durante la presentación del Informe Económico 2010, de decirnos que España ya ha salido de la recesión y se ha sumado al proceso de recuperación mundial. Así no es de extraar que nadie confíe en nosotros.

En Libre Mercado

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