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GEES

Respiro engañoso

Si algo han demostrado los anteriores rescates, públicos o privados, es que no solamente no impiden el contagio, sino que lo garantizan.

Llega la hora de la verdad.
 
Por un lado, Otmar Issing, antiguo miembro del BCE, advirtió esta semana contra el movimiento "aparentemente imparable" de transferencias de los Estados fuertes a los débiles, lo que amenaza el euro. "Cuanto más tiempo este proceso esté caracterizado por la inapropiada conducta de Estados miembros concretos, mayores serán las tensiones que hagan peligrar (la) existencia (del euro)".
 
Por otro, círculos bruselenses han hecho correr la especie de que se ampliará el fondo de rescate, y que se lo habilitará para comprar deuda.

Esto sucedía antes de que Merkel –al percatarse tarde de una nueva operación de chantaje por parte del eje de los mezquinos– dijera que estamos lejos de haber agotado el fondo como para tener que ampliarlo. Era antes, también, de que su portavoz confirmara que no es ni sensato ni necesario hablar de ampliarlo. No ya ampliarlo, sino hablar de ello. Y era antes, y esto sí que es fuerte, de que Francia concluyera: "no está en el orden del día".

Aunque Portugal pueda aguantar el tirón unas semanas, sus vencimientos en abril y sus difícilmente sostenibles costes de financiación suponen demasiada presión sobre la moneda. Y ello, por su vinculación con España, a la que no se puede propiamente rescatar sin condenar al euro.
 
La tropa de Bruselas ha generado la impresión a las bolsas de que habrá medidas de salvamento. Presiona así a Merkel para que se adopten. Pero si algo han demostrado los anteriores rescates, públicos o privados, es que no solamente no impiden el contagio, sino que lo garantizan.

Advertido pues, por fin, de que no hacen nada por las economías a las que se dirigen salvo retrasar las obligaciones, transferirlas parcialmente a contribuyentes extranjeros, y desincentivar su cumplimiento, esta delicada situación de agotamiento de las ficciones, deja abierta una única vía. La de las decisiones políticas coherentes de revitalización del crecimiento económico.

Este crecimiento pasa, como consecuencia de la realidad política del euro, por –citando a Felipe González– la "federalización de la política económica". Lo que esto significa, bajo la engañosa apariencia progresista, y teniendo en cuenta el mando real en Europa, no es una presunta compensación entre balanzas de pagos o armonización fiscal, sino rigor presupuestario y control de la inflación conforme a los germanizados estatutos del BCE.

En suma, lo que el socialismo aún reinante está diciendo –por encima del cacareo con el que culpa de la situación a los mercados, la desregulación, o al socorridísimo Tea Party–, es que hay que traerse a Milton Friedman a hacer las reformas, porque con las cosas de comer no se juega.
 
Mientras, se entierran todas las aspiraciones socialistoides de sacarnos de la crisis. Podemos optar, al ejecutar las reformas de un cariz que no puede ser más liberal, por hacerlo antes o después de la quiebra. Podemos hacerlo impulsados por Alemania a través del Consejo, o por el Consejo a través de Alemania. Pero recuerde el socialista hispano sólo movido por el instinto de conservación: si acaba quebrando España, como ya han vuelto sus diferenciales de deuda a niveles previos al euro, la gente lo recordará incluso más que de haberse quedado a las puertas. ¿Qué es lo que va a ser?

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