Menú
Pablo Molina

Legislativo, ejecutivo, judicial... y sindical

A los tres poderes clásicos del Estado moderno, en España hay que sumar el sindical, al que el ejecutivo, el legislativo y el judicial están sometidos por una cuestión no escrita de rango institucional.

Si los conflictos sociales cotizaran en las casas de apuestas por internet, los sindicatos serían una opción segura porque, hasta la fecha, no han perdido jamás ningún pulso al poder político en los distintos niveles ejecutivos en que se divide la gestión administrativa en España. El Gobierno central inunda a los sindicatos con subvenciones públicas, las comunidades suplen su menor disponibilidad presupuestaria concediéndoles todo tipo de gabelas en especie y los ayuntamientos cuentan con ellos de forma primordial para diseñar sus políticas locales, también subvención mediante. Todo con dinero público, es decir, de usted y mío, no sea que surja un malentendido y alguien pueda llegar a pensar que el sindicalismo es una actividad privada que busca simplemente mejorar la situación laboral de sus afiliados.

Los sindicatos son el poder fáctico de la democracia española, como el ejército lo era durante el franquismo, y con funciones parecidas, pues se trata de vigilar el funcionamiento de las instituciones democráticas para que no se desvíen ni un centímetro de la ortodoxia socialista bajo cuyos auspicios, para qué nos vamos a engañar, fueron todas ellas diseñadas.

A los tres poderes clásicos del Estado moderno, en España hay que sumar el sindical, al que el ejecutivo, el legislativo y el judicial están sometidos por una cuestión no escrita de rango institucional. El Gobierno no actúa sobre la economía sin consultar con ellos, las leyes que aprueba el congreso se derogan si los sindicatos así lo disponen y en cuanto a la justicia, hay todavía quien espera que algún día se produzca una sentencia que condene los excesos sindicales durante sus algaradas periódicas.

La huelga del 29-S fracasó en el asfalto con tanto estrépito como ha triunfado en las moquetas ministeriales, que es donde, no nos engañemos, se acaban dilucidando las grandes cuestiones. Zapatero no ha hecho nada distinto a sus antecesores, que también tuvieron que dar marcha atrás en sus propuestas políticas a pesar de que los ciudadanos estaban mayoritariamente a su favor. La última victoria de los sindicatos ha sido que Zapatero elimina los aspectos más controvertidos de su tímida, timidísima reforma laboral, a cambio de permitirle jubilar a los trabajadores dos años más tarde. Tiempo habrá de acabar también con esa ampliación de la vida laboral, no se preocupen.

Al final, todo programa de reformas laborales puesto en marcha por ZP para que los mercados internacionales le dieran unos meses de cuartelillo sólo ha servido para que CNN+ despida a sus trabajadores pagando una indemnización menor de la prevista. ¡Y que aún se queje Cebrián de los brujos visitadores...!

En Libre Mercado

    0
    comentarios
    Acceda a los 4 comentarios guardados