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Ignacio Moncada

La alternativa de Rajoy

La alternativa que nos ofrece Rajoy es insuficiente para que la economía española remonte. Es posible que sea menos dañina que la que hemos vivido con Zapatero, pero no logra crear el marco idóneo para el despegue económico.

A los políticos les encanta que parezca que son ellos los que logran sacar a un país de la crisis. Para ello tratan de predecir cuándo se va a producir un cambio de tendencia, y proponen medidas cosméticas, sin ningún efecto positivo, para que parezca que son ellos los que han levantado la cosa. Zapatero siempre ha tratado de sacar provecho a esta estrategia, pero jamás le ha salido bien. En primer lugar, porque nunca ha logrado acertar una predicción. Y en segundo lugar, porque las medidas económicas que proponía han tendido a deprimir la economía. Sucedió por ejemplo cuando pronosticó que el modelo productivo español iba a ir virando hacia el sector tecnológico, y luego resultó que acabó aumentando su exposición al inflado mercado inmobiliario hasta que le terminó reventando en sus manos. Mariano Rajoy, probable próximo presidente del Gobierno por incomparecencia, se ha abrazado a la misma estrategia en su entrevista en El Mundo, en la que garantiza que "arreglará" la economía en dos años. Esperemos que su capacidad de predicción supere a la de Zapatero, y que su política sea menos destructiva que la del circunflejo presidente actual.

Aunque pueda parecer ventajista, la realidad es que la acción de los políticos en materia económica no es tan simple como ellos tratan de hacernos ver. Una mala política económica, que cree rigideces en el mercado, fije impuestos altos y altere la estructura productiva, tiende a destruir la riqueza y a espantar a los inversores y emprendedores. Sin embargo, mientras los políticos disfrutan de gran facilidad para poner palos en las ruedas, no son capaces de generar crecimiento económico por sí mismos. Eso es algo que tienen que hacer los empresarios junto con los trabajadores con gran esfuerzo diario. Los gobiernos lo que tienen es la obligación de generar un marco de condiciones que lo permitan. Esto se hace reduciendo impuestos, proporcionando una justicia rápida y sin politizar, evitando el dirigismo, y generando una legislación simple y flexible, que procure libertad económica a todos los agentes que intervienen en el proceso.

Con esto presente, las medidas propuestas por Rajoy para arreglar la economía, que pueden parecer bien orientadas, presentan dos problemas. El primero es que son extraordinariamente tímidas en el crítico contexto actual. Se limitan a un par de reducciones impositivas selectivas y en algunas medidas de ahorro público, cuando lo que se necesitan son profundos recortes de gasto público, y profundas reformas estructurales, incluida la de nuestro encorsetado y desintegrador modelo autonómico. Y el segundo es que Rajoy peca de dirigismo. Enfoca sus bajadas de impuestos a los sectores turístico e inmobiliario, como tratando de señalar dónde debe invertirse, cuando deberían ser reducciones generalizadas para que sea el mercado el que dirija los recursos allí donde se necesitan.

La alternativa que nos ofrece Rajoy es insuficiente para que la economía española remonte. Es posible que sea menos dañina que la que hemos vivido con Zapatero, pero no logra crear el marco idóneo para el despegue económico. Pese a lo dicho, y cayendo por un momento en el optimismo, sí es posible que la economía española salga de la crisis dos años después de llegar Rajoy –lo que habrá hecho de ésta una depresión de seis o siete años–. Pero no será gracias a él, sino gracias al esfuerzo de trabajadores y empresarios, que lo habrán logrado con un sufrimiento mucho mayor del que deberían haber soportado si los políticos hubieran cumplido con su papel.

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