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Gabriel Calzada

Zapatero descubre dónde está el problema del paro

El mercado laboral español ocupa el puesto 130 de 139 países en flexibilidad. Inmediatamente delante de España tenemos a Honduras y detrás a Nepal; unos acompañantes que nos hemos ganado a pulso.

Hemos tenido que sobrepasar holgadamente el 20% de desempleo, condenando a casi cinco millones de personas al paro, para que el discurso oficial sobre el mercado laboral empiece a cambiar tímidamente. Quizá no haya sido directamente ese desastre el que obrara el milagro. Es posible que fuera Angela Merkel, la canciller de Alemania y vicecanciller de Grecia, Irlanda, Portugal y España, quien obligara a nuestro presidente a cambiar su disco rayado sobre el mercado de trabajo.

En la víspera de su visita a España, Merkel criticaba en una entrevista concedida a TVE que en algunos países "los salarios suban con el índice de inflación" y sugería que debían "subir sólo según las ganancias y los beneficios" empresariales. Sus palabras provocaron que desde el jueves la clase política española debatiera la posibilidad de cambiar de modelo. El ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, defendió el mantenimiento del actual sistema que vincula subidas salariales a inflación porque, según él, nuestro país "no ha tenido una mala experiencia" con este sistema. Si una tasa de paro que dobla la media de la europea no es una mala experiencia, ya nos contará Valeriano qué entiende él por mala experiencia.

Para entender las reacciones en contra de vincular las subidas salariales a los incrementos en la productividad de los trabajadores, hay que ser consciente de que este cambio requeriría cambiar el modelo de concertación colectiva. Los sindicatos no quieren ni oír hablar de una modificación de este modelo franquista que les da un poder que jamás podrían alcanzar con su ridícula representatividad real entre los trabajadores españoles. Lo curioso es que la CEOE también se ha apresurado a rechazar tajantemente la posibilidad de un cambio. Escuchándoles defender ese sistema por el que sindicatos y patronal deciden las condiciones salariales de millones de españoles que no les han pedido que negocien por ellos, uno se siente en la Edad Media, cuando las clases privilegiadas podían decidir los términos de las relaciones laborales de los siervos.

Sin embargo, Zapatero ha sorprendido a sus propios ministros al declarar a The Economist que "tiene que haber una moderación salarial" y que hay que mirar la situación "sector por sector y compañía por compañía", una forma de afrontar el problema que está años luz del actual sistema de convenios colectivos. Es más, a su llegada a Bruselas ZP declaró, en referencia a la concertación salarial, que "un sistema rígido es un mal sistema". Y a buen seguro que Zapatero se refería al caso concreto de España porque para rigidez, la de nuestro mercado laboral. Según el Índice de Competitividad Global, del Foro Económico Mundial, el mercado laboral español ocupa el puesto 130 de 139 países en flexibilidad. Inmediatamente delante de España tenemos a Honduras y detrás a Nepal; unos acompañantes que nos hemos ganado a pulso. Siempre habrá quien argumente que Portugal está aún peor (ocupa el puesto 133). Claro que en nuestro país y en materia económica, quien no se consuela es porque no quiere.

Si Zapatero realmente va a concedernos cierta libertad laboral que permita flexibilizar nuestro "mal sistema" laboral, quizá deba fijarse en Suiza, país que ocupa la tercera posición mundial. Si prefiere copiar el modelo de un país de la Unión Europea, debería analizar el caso de Dinamarca, el país de la Unión mejor valorado en este sentido, que ocupa un meritorio sexto puesto. Parece que Zapatero ha descubierto dónde está el problema de la sangría laboral española. Más vale tarde que nunca. Ahora sólo nos queda cruzar los dedos para que sepa copiar de allí donde realmente hay flexibilidad laboral.

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