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Daniel Rodríguez Herrera

Apple fracasará como Nintendo

¿Podrá mantener Apple indefinidamente las restricciones que impone a las aplicaciones ofertadas en su App Store? Parece difícil; de hecho, si lo hace estará enviando desarrolladores al enemigo y, con ellos, a sus clientes.

A mediados de los 80, poco después de que el mercado de los videojuegos se diera un batacazo monumental en Estados Unidos, una compañía japonesa decidió que era el momento de volver a relanzarlo. Diseñó una videoconsola llamada Famicon con la que logró el éxito en su país natal. Para su lanzamiento en EEUU tuvo que empaquetarla con un robot que no servía para nada pero le daba un aspecto de juguete que disipó los temores de las tiendas a tenerlo en sus estantes. Y arrasó.

Pero el éxito de la Nintendo Entertainment System (NES) no vino sólo. Los japoneses estaban convencidos de que la crisis de los videojuegos se había producido por una inundación de títulos de bajísima calidad, y no estaban dispuestos a que volviera a suceder. Así que protegieron su sistema para evitar que los desarrolladores produjeran cartuchos por su cuenta y a quienes quisieran crear juegos para la NES les impusieron medidas draconianas: sólo cinco al año, aprobación previa, durante dos años el juego no podía publicarse en otra consola, evitar el sexo y la violencia excesiva. Además, Nintendo se llevaba pasta no sólo en concepto de licencia por cada cartucho vendido, sino que también los fabricaba ella y nadie más.

Aquello fue sostenible... durante un tiempo. Cuando Sega lanzó su consola Megadrive, muy superior técnicamente a la NES, se encontró con que los desarrolladores no querían hacer juegos para su sistema por miedo a que Nintendo les retirara su licencia. Tuvo que ser la propia Sega la que impulsara la creación de videojuegos atractivos hasta que las ventas hicieron perder el miedo a los demás creadores. Y cuando lo hizo, las restricciones de Nintendo se fueron relajando. No les quedaron más narices si querían mantener a los desarrolladores de videojuegos a su lado.

Apple ha tenido un éxito enorme con su iPhone y su tienda de aplicaciones App Store, que ha prolongado a las tabletas; un mercado que básicamente se ha inventado Steve Jobs. Sin embargo, en EEUU ya se venden más móviles equipados con Android que iPhone, y a finales de mes verá la luz Motorola Xoom, la primera tableta equipada con la versión 3.0 del sistema operativo de Google, cuyo interfaz de usuario ha sido repensado para estos dispositivos. No hay que ser un gurú dospuntocerista para concluir que el iPad terminará siguiendo el mismo camino que su hermano menor.

¿Podrá mantener Apple indefinidamente las restricciones que impone a las aplicaciones ofertadas en su App Store? Parece difícil; de hecho, si lo hace estará enviando desarrolladores al enemigo y, con ellos, a sus clientes. Está claro que las restricciones de Apple no son tan estrictas como las de Nintendo en su día, y que la estabilidad del hardware de los teléfonos y tabletas es un factor que los desarrolladores aprecian frente a los muchos y muy distintos dispositivos equipados con Android. También que ofrece más tranquilidad para el usuario instalar una aplicación que, aunque sólo sea por miedo a que la compañía de la manzana te rechace, seguramente tenga unos mínimos de calidad que meterle al móvil lo primero que te encuentras por internet aunque, curiosamente, eso nunca nos ha detenido en nuestros ordenadores.

Pero si antes era impensable que una aplicación móvil nueva y deslumbrante apareciera en algo que no fuera un iPhone, ahora empieza a ser más frecuente que las pequeñas empresas miren a Android. Y es una tendencia que irá a más. A no ser que la competencia obligue a Apple a ceder algo de control, como tuvo que hacer Nintendo a comienzos de los 90.

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