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Carmelo Jordá

El libro de papel, ¿insostenible económicamente?

No es el único dato preocupante: ningún libro que no sea de ficción vende más allá de las 500 copias e incluso éstos rara vez pasan de cifras como 1.200 que tampoco es que sea para tirar cohetes.

Hasta ahora nos estábamos planteando la irrupción del libro electrónico como un proceso más o menos gradual en el que los lectores iban "migrando" de uno a otro formato según sus preferencias personales, sus circunstancias particulares o las novedades tecnológicas.

Pero, ¿qué pasaría si fuese el negocio editorial tradicional el que acabase hundido y al revolver entre las cenizas descubriésemos que lo único que podemos leer son libros electrónicos?

No, por supuesto no es un deseo, pero sí una posibilidad que hasta ahora no se me había ocurrido pero que vislumbro al leer un artículo de Joaquín Rodríguez en el que nos cuenta el pavoroso proceso de devoluciones que están sufriendo las editoriales en las últimas semanas: las librerías devuelven sin vender entre el 38% y el 45% de los libros que reciben y exponen.

No es el único dato preocupante: ningún libro que no sea de ficción vende más allá de las 500 copias e incluso éstos rara vez pasan de cifras como 1.200 que tampoco es que sea para tirar cohetes. Más aún: según lo que Rodríguez denomina "sondeos informales" entre libreros, incluso los grandes compradores y voraces lectores el gasto ha caído en un 30%. Esto significa, siempre según el artículo referido, que los libros con un precio igual o superior a 24 euros no se venden ni a tiros.

Así las cosas, se cierran grandes librerías (como la estupenda ABAC en Conde Peñalver) y el sector parece sumido en una crisis en la que la piratería es uno de los sospechosos habituales, entre otras razones porque nadie dentro de la industria se atreve a señalar un modelo de negocio cuya estructura de costes tiene multitud de elementos (impresión, distribución, exposición, almacenaje...) que en pleno siglo XXI no ofrecen ningún valor añadido real al consumidor.

Ojo, no es un fenómeno únicamente español ni exclusivamente relacionada con nuestra galopante crisis: en Nueva York también hay grandes librerías que no pueden mantenerse y una de las principales cadenas británicas anda igualmente revuelta.

Es un fenómeno similar al que se da en el periodismo, donde la estructura de costes de un periódico en papel resulta cada día menos sostenible, sobre todo porque al final ese soporte aporta a los usuarios menos valor informativo que internet (aunque no niego que sí dé otros valores) y encima resulta más caro.

En definitiva, aunque en este rincón de la red hemos defendido que los libros de papel y los electrónicos podían convivir pacíficamente durante decenios quizá, solo quizá, es el momento de reconocer que nos estábamos equivocando y que en el siglo XXI eso de editar carísimos volúmenes en papel y venderlos a través de costosísimos establecimientos a los que cuesta mucho mandarlos sea poco más que una extravagancia... que no nos vamos a poder permitir.

Y que conste que lo digo con pena.

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