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Cristina Losada

Eguiguren, el hijo pródigo

Sobre el comodín del franquismo como causa de ETA, se construyeron en la izquierda mitos exculpatorios del terror que, a la postre, inculpan a la democracia por no haber sido capaz de integrar a los del tiro en la nuca.

Menos cauto que sus compañeros ministros, Jesús Eguiguren se muestra exultante por el "acontecimiento histórico", que así califica la declaración de intenciones de los allegados de ETA y buenos conocidos suyos. Nihil novum sub sole, esa ceguera voluntaria. Pero sería una lástima no prestar atención a las razones que aduce, pues transmite las constantes de una visión del terrorismo vasco muy común en nuestra izquierda. Cuando el presidente del PSE celebra que "estamos cerrando la herida pendiente de la transición", da por supuesto que la democracia tiene heridas por cerrar y deberes pendientes. Como si las heridas no las hubieran infligido los terroristas y los deberes no correspondieran a sus seguidores, le asigna a la democracia una parte de responsabilidad. Asombroso.

La idea matriz de la que surge el desatino es la concepción de ETA como un residuo, una herencia fatal, de la dictadura. E implica que la Transición no habrá terminado mientras la banda y sus seguidores permanezcan fuera del sistema. De ahí que abunden analogías como esta que Eguiguren ofrece en la misma entrevista en El País: "tiene lógica que (los batasunos) no quieran hablar del pasado. Lo mismo sucedió cuando hicimos la Transición para poder asegurar el presente y el futuro". El caso es, sin embargo, que, en aquel tránsito, los terroristas fueron amnistiados. Y el caso es, también, que los crímenes continuaron. Aun más, se multiplicaron. En sus albores, la democracia fue generosa. Hasta en exceso. A partir de ahí, su única tarea pendiente es detener y juzgar a los que matan y extorsionan, sean de ETA o de otra mafia. Ah, que esa banda cuenta con base social. ¿Y? Los asesinos no dejan de ser asesinos por el hecho de que cien mil personas los aplaudan. Más apoyo social tuvieron Stalin y Hitler.

Sobre el comodín del franquismo como causa de ETA, se construyeron en la izquierda mitos exculpatorios del terror que, a la postre, inculpan a la democracia por no haber sido capaz de integrar a los del tiro en la nuca. No hemos hecho esfuerzos suficientes, hay que hacer más por conseguir la conversión de los descarriados. Estamos ante la parábola del hijo pródigo, como escribe Ruiz Soroa en un artículo a enmarcar, donde señala que lejos de estar incompleta porque "falten algunos", la democracia "se siente cualitativamente superior precisamente porque les excluye". Y si hay hijos pródigos, que los hay, son los que piensan como Eguiguren.

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