Menú
GEES

Riesgos de la ebullición

Nosotros hemos defendido desde estas líneas la necesidad estratégica de que las dictaduras árabes evolucionen hacia regímenes más democráticos. Pero no conviene olvidar los riesgos, que deben incluirse en cualquier análisis sobre el tema.

Como nos pasara a los españoles en 2006 con la afluencia de cayucos desde África Occidental hacia Canarias, los italianos han lanzado ahora una agónica petición de ayuda a la UE: no es para menos ante la llegada en pocos días de más de 5.500 tunecinos y las perspectivas de recibir a alrededor de 80.000 norteafricanos más expulsados por la inestabilidad creciente en la región, según la evaluación del ministro italiano del Interior. Más desapercibido ha pasado en cambio el secuestro de una ciudadana italiana en la zona turística de Djanet, en el sur de Argelia, a principios de febrero: es una rehén más en manos de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), a sumar a los cinco franceses y a los dos subsaharianos que llevan casi medio año retenidos por los terroristas.

Así, terrorismo yihadista e inmigración irregular masiva emergen de nuevo en majestad como amenazas para los vecinos inmediatos –Francia e Italia en este caso, aunque España sabe que es objetivo central igualmente–, dos realidades que corren el riesgo de quedar eclipsadas por la centralidad de las revueltas norteafricanas. Ante la ingenuidad de muchos en Europa, que se felicitan por el "triunfo de la libertad" en Túnez y Egipto y desean sin más la extensión de a otros lugares de estos acontecimientos, voces sensatas de estos países alertan sobre el previsible avance de los islamistas en aguas revueltas. Y nosotros deberíamos preocuparnos por Marruecos, donde las movilizaciones están empezando a coger fuerza. Destacamos además dos manifestaciones concretas de la crisis actual: por un lado, la fecha del 20 de febrero como primera convocatoria importante de movilización en suelo marroquí, y por otro lado la ingenua llamada Obama a los ciudadanos argelinos a exigir libertades cuando no las ha exigido jamás.

Nosotros hemos defendido desde estas líneas la necesidad estratégica de que las dictaduras árabes evolucionen hacia regímenes más democráticos. Pero no conviene olvidar los riesgos, que deben incluirse en cualquier análisis sobre el tema. La transición debe hacerse de manera ordenada, sin poner en riesgo la estabilidad y la seguridad en la zona. Excluir al islamismo de los Hermanos Musulmanes del juego de poder es una prioridad, desde luego, pero hay que sumar estas dos citadas.

La primera, evitar que Al Qaeda saque la previsible ventaja del caos de la situación, así como de la laxitud de previsibles gobiernos, que no por democráticos deben ser menos firmes ante el yihadismo. Y la segunda, evitar casos como los de la inmigración masiva tunecina a Italia, que arroja sombras profundas sobre la evolución en el país –lo lógico hubiese sido el fenómeno contrario– y que añaden un problema más, el migratorio, a los generados.

Máxime cuando Marruecos se está poniendo previsiblemente en el disparadero, con el riesgo evidente para nuestra frontera sur. A la posible llegada de los islamistas al poder en estos países se unen otros dos problemas, Al Qaeda y la inmigración. España debiera así exigir a nuestros vecinos el inicio de una transición ordenada hacia un régimen de libertades. Sin embargo, la actitud de Jiménez ante el endurecimiento de la represión marroquí va por otro lado, y nos acerca a una situación explosiva que será difícil de gestionar.

En Internacional

    0
    comentarios