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Tres hurras por Wisconsin

Walker no sólo ha hecho lo correcto: ha hecho lo necesario. Los sindicalistas han kaleborrokizado los alrededores y el interior del Capitolio wisconsiniano, insultando y amenazando a los electos senadores.

Los sindicalistas que viven del trabajo ajeno son iguales en todo el mundo: tengan más o menos poder ilegítimo, siempre confunden sus prebendas y privilegios con "conquistas" sociales o laborales. Es lo que está pasando en las algaradas de Madison, Wisconsin, con los todopoderosos sindicatos de funcionarios públicos a los que, ¡ay!, les tocan las prebendas.

Quince días llevan protestando por la reforma de sus seguros sanitarios y los beneficios. En verdad, la cuestión no son estas contribuciones monetarias al seguro médico y los planes de jubilación: es tan insostenible que los trabajadores americanos costeen su propio seguro y el de los trabajadores públicos, que los sindicatos ya han accedido a pagar más. En muchos casos a pagar algo, porque antes no pagaban nada o apenas nada. Por otro lado, el gobernador Walker no va a tocar el derecho a negociar el sueldo, dentro de las cotas de la tasa de inflación y sometido a votación secreta entre los sindicalistas, que ni eso tenían.

El quid de la cosa es la negociación colectiva de los beneficios. Estos son la punta del iceberg con que ha chocado la nave del Estado. Los sueldos son el tercio que se alcanza a ver; los beneficios, la enorme masa sumergida, descontrolada y amenazante.En el sector privado, los sindicatos negocian los beneficios logrados en la competencia, limitados. En el público, sin competencia ni ganancia alguna, los beneficios se arrebatan a las arcas públicas, de las que siempre buscan extraer más. Y asíestamos.

Esos beneficios no surgieron de la nada, sino de un chantaje típicamente sindicalista que dura ya más de medio siglo. Además están las cuotas sindicales obligatorias: es el propio Estado de Wisconsin el que descuenta automáticamente las cuotas de afiliación del sueldo de todos los miembros de sindicatos de empleados públicos, para pagárselas después a los jefes sindicales, que son los que disponen de ellas libremente. Lo que les permite desviar dinero a donde les place: esos sindicatos son los mayores contribuyentes a las campañas políticas del país. Así, se da el caso de que en las elecciones del año pasado, de los diez mayores contribuyentes en todo el país, seis fueron sindicatos y tan sólo cuatro fueron grandes compañías. Y, desde luego, esas contribuciones fueron a parar a los cofres de candidatos del Partido Demócrata.

‪Estos privilegios que permiten a los sindicatos tener más poder del que les correspondería –aquí eso nos suena– han topado con la crisis. El estado de Wisconsin –como otros estados del país– la ha acusado enormemente, y está en delicada situación económica. Los sindicatos y la dejadez de los políticos –los demócratas por comisión y los republicanos por omisión, eso también nos suena– los han dejado al borde de la ruina.

Era ya hora de recortar esos dispendios, que la situación económica ya no permite. Walker –aceptando la recomendación que el flamante alcalde de Chicago hizo cuando era el igualmente flamante jefe del personal de la Casa Blanca–, ha decidido no desaprovechar esta crisis y poner orden. Lo hace, además, con la legitimidad de un Estado donde desde noviembre las dos cámaras, el senador en Washington y el gobernador son republicanos. Sólo que en este caso implicaba terminar con la simbiosis entre los sindicatos y el partido demócrata privando a éste de fondos al cortarles el tubo del potaje a aquéllos: es como si una comunidad autónoma recaudase dinero para que UGT financiase al PSOE.

‪Walker no sólo ha hecho lo correcto: ha hecho lo necesario. Los sindicalistas han kaleborrokizado los alrededores y el interior del Capitolio wisconsiniano, insultando y amenazando a los electos senadores. Pero políticamente, éstos han tocado la financiación demócrata.  Con el Partido Demócrata hemos topado... y con el New York Times y sus sucursales europeas. Ahora Walker aguanta como puedela máquina publicitaria de la izquierda, es decir, la casi totalidad de los medios de comunicación, dándole la vuelta al asunto; trampeando, los representantes demócratas han salido del estado, para que no exista quórum. Pero como recordaba el otro día nuestro amigo Charles Krauthammer, alea iacta est. Walker aguanta el chaparrón izquierdista. Otros estados, abierto el camino por él, se han sumado a la revuelta contra el poder sindical. Ohio estudia medidas similares.y le seguirán otros, porque New Jersey apunta maneras, lo mismo que Pensylvania.

‪En Wisconsin, tras el cambio de ciclo de noviembre de 2010 se han atrevido a dar el paso adelante contra estos todopoderosos sindicatos. Ha hecho falta la crisis a la que éstos no son ajenos para que se hiciese, pero no hay mal que por bien no venga. El tabúestároto, y los privilegios de los sindicatos públicos –que no tienen el resto de sindicatos de trabajadores privados–, que tienen como finalidad la acción política y partidista, llegan a su fin.

¡Cómo no celebrar y sentir envidia ante la determinación de los conservadores de Wisconsin!

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