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EDITORIAL

Un Gobierno rendido al inmovilismo sindical

Tanto el cierre de miles de empresas como la existencia de cinco millones de parados demuestran que empresarios y trabajadores están en un mismo barco encallado por culpa de un rígido modelo laboral que esta falsa reforma no viene si no a perpetuar.

Tras años de infructuoso diálogo social, el Gobierno acaba de presentar un borrador de la "reforma" de los convenios colectivos que, básicamente, no viene más que a mantener las rígidas características del actual modelo de negociación colectiva. Así, y con carácter general, el borrador establece un plazo máximo de 20 meses para la negociación de los nuevos convenios, durante los cuales empresa y trabajadores podrán ir adoptando acuerdos parciales para modificar algunos de los contenidos que se estén negociando. Ahora bien, si trascurrido ese plazo no hay acuerdo, las partes de la negociación en las que haya discrepancia y que no se hayan resuelto a través del arbitraje o la mediación se mantendrán tal y como establecía el anterior convenio colectivo.

A ello hay que sumar el hecho de que las empresas sólo podrán distribuir de manera irregular un 5 por ciento de la jornada laboral, rigidez que tampoco aliviará, sino más bien acrecentará, la creación de un nuevo órgano burocrático, como es el Consejo de Relaciones Laborales y de Negociación Colectiva o la concesión de rango de Ley a las disposiciones de las comisiones paritarias formadas por sindicatos y empresarios.

Hasta la prioridad de los convenios empresariales sobre los sectoriales –único elemento que apunta a una mayor flexibilidad– queda muy desdibujada en el resto de este farragoso texto que hace muy complicado que empresas y trabajadores puedan llegar a un acuerdo y que éste se aplique al 100%.

Así las cosas, lo que sale claramente derrotado en el borrador presentado por el Ejecutivo es la flexibilidad a la que se supone iba dirigida la reforma. Los representantes del Gobierno, sin embargo, ya han presentado esta falsa "reforma" como un supuesto término medio entre lo que pretendían los sindicatos y los empresarios, pero lo cierto es que el gran beneficiado de esta farsa es el privilegiado inmovilismo sindical en detrimento de los derechos individuales, tanto de trabajadores como de empresarios. Tanto el cierre de miles de empresas como la existencia de cinco millones de parados demuestran que empresarios y trabajadores están en un mismo barco encallado por culpa de un rígido modelo laboral que esta falsa reforma no viene si no a perpetuar.   

Zapatero se escudó durante años en el mal llamado "diálogo social" para no tener que gobernar. Rotas las negociaciones entre patronal y sindicatos, poco le importa ya a este Gobierno en funciones que este simulacro de reforma tampoco venga a atender las demandas de cambio en profundidad que le venía reclamando tanto la UE, como los expertos o el Banco de España. Lo único que le importa a Zapatero es ganar tiempo con el que aferrarse al poder, por mucho que se lo haga perder a los españoles y a sus posibilidades de recuperación económica.

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