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José T. Raga

Credibilidad por decreto

Hoy, en su Gobierno, no hay nadie que sea acreedor a la confianza de los ciudadanos; nadie tiene credibilidad. Pero la culpa es sólo de ustedes.

Cada día más, las intervenciones del presidente del Gobierno me producen un efecto entre hastío y nausea. La mal llamada sesión de control parlamentario del miércoles pasado superó lo grotesco habitual para alcanzar las cotas de lo repulsivo. El presidente, lejos de dar respuesta a las formulaciones de la oposición, se permitió exigir un esfuerzo ejemplar para conseguir la credibilidad de nuestra nación y en particular de nuestra economía.

El señor ZP, cada vez está más ausente del mundo real y más cautivo de la ficción que alimenta su vida. La credibilidad, señor presidente, es una resultante; es una consecuencia del hecho de ser creíble y, usted, para nuestra desgracia, no tiene la mínima credibilidad. Lo cual no es producto del azar, sino que se lo ha ganado a pulso en los casi ocho años de desgobierno que lleva usted engañando a propios y extraños.

Mentir tiene un elevado coste y usted lo está comprobando, hasta el punto de que hoy, aunque se le ocurriese decir una verdad, la gente seguiría sin creerle, porque ha abusado usted del engaño y no tiene propósito de enmienda. No le creemos los españoles y no le creen tampoco fuera de España.

Aseguraba que no había crisis y, al mismo tiempo, anunciaba que ya estábamos saliendo de ella. Ha tratado de convencer a Europa de las medidas que iba a poner en marcha para cumplir el compromiso de estabilidad y crecimiento, y nada de eso se ha producido. Cuando se le ocurre hacer algo, del Consejo de Ministros de hoy viernes sale un real decreto que camina justo en dirección contraria a la que esperaba Europa y, lo que es peor, a la que esperaba nuestra economía. Eso sí, siguiendo su estela, el ministro de Trabajo y el vicepresidente del Gobierno y muchas cosas más anuncian su contenido, diseñando una reforma laboral, que nada tiene que ver con el texto aprobado por el Consejo.

Hoy, en su Gobierno, no hay nadie que sea acreedor a la confianza de los ciudadanos; nadie tiene credibilidad. Pero la culpa es sólo de ustedes. Los que están y los que estuvieron han mentido hasta la saciedad. Carente de la fortaleza necesaria para afrontar la realidad, se ha refugiado usted en el engaño; una decisión que, a lo mejor, puede tener el efecto pretendido a muy corto plazo, pero que cae en picado inmediatamente después, dañando su credibilidad para nunca más remontar.

Cuando el miércoles último, ante las acusaciones de torpeza en materia económica que se le dirigían, pedía usted esfuerzos a la oposición para una mayor credibilidad, ¿estaba usted sugiriendo que ésta mintiera tanto como miente usted? ¿Pedía usted colaboración con el engaño generalizado? Dios quiera que no lo hagan nunca; tratemos de conservar al menos un varón justo para que pueda enderezar lo que usted ha devastado. Mintiendo, nunca conseguirá credibilidad, como tampoco imponiéndola por decreto, aunque todo el Consejo de Ministros estuviera de acuerdo en ello.

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