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EDITORIAL

Campaña a la desesperada

El PP, tan poco habituado a la comunicación efectiva de sus ideas y propuestas, debería estar preparado para contrarrestar durante cuatro meses un torrente de propaganda cuyo único propósito será desgastarle y desacreditarle como alternativa.

 

El PSOE, de la mano de Rubalcaba, aspira a prolongar lo que no cabe más que considerar un septenio negro en la historia de España. Pocas veces lo habrán tenido más complicado los socialistas, pues las cifras no pueden ser más desastrosas: en siete años, la tasa de paro se ha duplicado, el PIB ha pasado de crecer a un ritmo galopante a estancarse en una recesiva mediocridad, el superávit ha dejado paso al mayor déficit de nuestra historia, la deuda pública se ha incrementado en 300.000 millones de euros, los concursos de empresas se han multiplicado por 20 y la prima de riesgo ha estallado desde 0 puntos básicos a casi 400.

Una catástrofe en toda regla que sólo hace que agrandarse si dejamos de lado la economía y nos fijamos en otras rúbricas de la realidad nacional: la rendición incondicional ante la ETA, la voladura definitiva de la separación de poderes, la desmembración de la idea de España y de las instituciones nacionales, la cultura de la muerte omnipresente en leyes como la del aborto, el guerracivilismo revanchista con el que ha vuelto a polarizar y crispar a parte de la sociedad española, la continua ideologización de la educación pública en detrimento de su calidad...

La estampa no es precisamente para estar orgulloso. Y el PSOE es el primer consciente de ello. Por eso, ha escogido a un candidato a la presidencia del Gobierno caracterizado por ser un compulsivo y desvergonzado mentiroso. El PP debe ser consciente de que los próximos meses serán un continuado despliegue de manipulación y tergiversación permanente desde todos los medios de comunicación afines o bajo el control socialista. La escenificación, las consignas y el engaño serán las notas predominantes de la campaña electoral, al igual que lo fueron en otro momento de desesperación del PSOE: 1996, el año del famoso dóberman.

El PP, tan poco habituado a la comunicación efectiva de sus ideas y propuestas, debería estar preparado para contrarrestar durante cuatro meses un torrente de propaganda cuyo único propósito será desgastarle y desacreditarle como alternativa. Al PSOE ya sólo le queda mentir para mantenerse en el poder. Y con Rubalcaba como candidato, parece bastante claro que no dudará ni un instante en hacerlo.

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