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Juan Velarde

Los pronósticos

El conjunto de expertos que publican en 'The Economist' de 7 de enero de 2012, nos sirve en tanto en cuanto se compara la situación española con la de otros doce países importantes económicamente.

El conjunto de expertos que publican en 'The Economist' de 7 de enero de 2012, nos sirve en tanto en cuanto se compara la situación española con la de otros doce países importantes económicamente.

Ya conocemos los nacionales, los de servicios de estudios, los del Banco de España, los de numerosos expertos. Pero, ¿qué es lo que se sostiene fuera para el año 2012? Sencillamente, el conjunto de expertos que publican en The Economist de 7 de enero de 2012, nos sirve en tanto en cuanto se compara la situación española con la de otros doce países importantes económicamente. Conviene insistir, una y otra vez, que España se encuentra en el grupo de las doce potencias económicas mundiales más importantes, y también señalar que el "The Economist poll of forecasters" está amparado por un bloque de empresas financieras que bien han de calificarse como las más significativas del orbe. Pueden equivocarse, pero lo que opinan estas empresas tiene importancia suma en el conjunto financiero internacional y ése es un dato muy importante en la vida económica.

Aparecen tres columnas básicas en esta previsión que publica The Economist. La primera es el pronóstico de la evolución del PIB. Considera que el español caerá en el año 2012 un 0’6%. Es una nación, de este grupo de los trece más importantes países en lo económico, que va a disminuir su PIB, junto con Bélgica, que se expone lo hará en un 0’2%; Francia en un 0’3% u Holanda en un 0’4%, entre las que decrecen, pero menos que España. Por supuesto, un país nos sobrepasa ampliamente: Italia, con un 1’1% de caída. En cambio Suecia crecerá un 4’3% y Alemania un 3’0%; el conjunto de la Eurozona caerá un 0’5%. Aquí es cierto lo de que "mal de muchos, consuelo de tontos", porque nuestro mercado principal es el europeo, y estas noticias no son nada favorables.

Otro dato negativo es el de la inflación que se espera para España. Se fija en un 1’5%, cifra ciertamente no muy alta. ¿Provocada por la recesión que se prevé? Sólo tienen una inflación menos Italia, (un -0’4%) y Suiza, un 0’1%. La zona del euro tiene una del 1’7%. Da la impresión de que así se ratifica la depresión española.

Finalmente el saldo por cuenta corriente en porcentaje del PIB da para España un déficit del 3’2%. Es el mayor de todo el grupo. Nos sigue Italia con el 2’9% y los Estados Unidos con el 3’0%. El problema de nuestra competitividad queda bien puesto de manifiesto.

Por supuesto que esto son pronósticos para el año que comienza, pero es lo que se encuentra en la raíz de realidades actuales generadas por lógicas reacciones de los mercados financieros mundiales. Por ejemplo, el tipo de interés de los bonos gubernamentales, último registrado en ese mismo número de The Economist para España, es del 5’66%. Sólo nos sobrepasan, y no supone esto ninguna alegría en la relación de 42 potencias económicas mundiales especialmente sobresalientes, Grecia (36’62%), Italia (6’90%), Hungría (10’21%), Polonia (5’95%), Turquía (9’72%), India (8’60%), Pakistán (14’23%), Brasil (11’26%), México (6’29%), Venezuela (6’55%), Egipto (8’29%) y África del Sur (7’91%). Mejorar nuestra deuda pública en sus cotizaciones a las de estos países no es precisamente ninguna gloria. Y estos altos tipos de interés españoles frenan por fuerza la actividad económica.

De aquí que carecen de sentido las críticas que se han hecho a las medidas adoptadas a partir del Año Nuevo por el Gobierno Rajoy. Es preciso conseguir, gracias a este tipo de decisiones, a veces duras, y en ocasiones clarísimas, alterar esta realidad comparativa. El abandono significará que se mantendría en España aquella situación que en 1786 condenaba así Calonne en vísperas, pues, de la Revolución Francesa:

No se puede dar un paso en este vasto reino sin toparse con leyes diferentes, con usos contrapuestos, con privilegios, excepciones, franquicias de impuestos, de derechos y de pretensiones de toda especie... Esta disonancia general complica la Administración, interrumpe su marcha, complica sus empujes y multiplica gastos y desórdenes.

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