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Pedro de Tena

En defensa (relativa) de Antonio Fernández

Fernández está en la cárcel, pero seguirá en ella solo y por mucho tiempo si no cuenta minuciosamente lo que sabe, que tiene que ser mucho y variado. La juez Alaya y la fiscalía deberían proponerle un trato.

Conocí a Antoñito Fernández, que es como le llamaba todo el mundo en González Byass, SA, en torno al año 1974 y siguientes. Por entonces, estaba yo enfrascado en una aventura política y espiritual en la que la defensa de los más pobres, mediante la organización de sindicatos no obedientes a marxismo alguno, era su eje central. Tras aprobar unas oposiciones que me ayudó a preparar Sergio Moreno, el exconsejero socialista de la Junta, formé parte de la plantilla administrativa de la empresa jerezana y allí conocí al hoy preso exconsejero que era ordenanza de oficina y que había entrado en la empresa a causa de relaciones familiares (el nepotismo no es exclusivo de la izquierda sino una arraigada costumbre española). 

Hoy lo tengo que defender, relativamente. Su comportamiento en la empresa, desde el punto de vista de muchos de sus trabajadores, fue inquietante. Se recuerda sobre todo su decisión libre de trabajar en la huelga general de la Vid convocada a finales de los años 70 sufriendo la presión del "paseíllo", esto es, tener que desfilar ante centenares de aplausos camino del centro de trabajo. Pero en González Byass las huelgas se convocaban mediante votación secreta en las urnas y no mediante aclamación. Y no había piquetes informativos, aunque sí presión moral, como la que se ejerció sobre Antoñito.

Luego, Antoñito fue creciendo y aproximándose a UGT y al PSOE de los que aprendió lo que sabe. Estudió meritoriamente Derecho porque su familia no era rica, pero fue su proximidad al clan de Alcalá lo que le hizo ascender en el escalafón político-social, pasando de ser concejal en Jerez, gestor discutido del club deportivo de la ciudad y vicepresidente de la Diputación, a convivir en las altas esferas de la política. No fue nunca mi amigo ni lo es ahora, pero tengo que defenderlo (relativamente).

Mi tesis es que es imposible que Antonio Fernández pudiera ni por el más mínimo asomo ser autor intelectual del procedimiento del fondo de reptiles. Primero, porque cuando fue consejero de Trabajo otro, José Antonio Viera, lo había precedido y ya funcionaba el sistema. Segundo, porque en el PSOE no se había inventado nada sino que el fondo de reptiles era una nueva versión de un destino irregular de los fondos públicos que se hacía en todas las consejerías, como se pone de manifiesto en el libro La Tela de araña andaluza: el poder de un régimen. Tercero, porque es imposible que tales cantidades de dinero, 1.000 millones de euros, un 3 por ciento del presupuesto anual de Andalucía, no fueran conocidas por el presidente de la Junta, su consejero de Economía y Hacienda y su consejero de Empleo, entre otros. 

Fernández está en la cárcel, pero seguirá en ella solo y por mucho tiempo si no cuenta minuciosamente lo que sabe, que tiene que ser mucho y variado. La juez Alaya y la fiscalía deberían proponerle un trato porque, junto con el ex director general de Trabajo, Francisco Javier Guerrero, están pagando todo el pato. Gaspar Zarrías ya le destinó ayer unos elogios envenenados para intentar que no se arranque con algún cante.

Antoñito, arráncate por bulerías –de Jerez, que son las buenas–, o por alegrías, que somos gaditas. Pero, por una vez, respétate a ti mismo y respeta a los ciudadanos andaluces. Di la verdad y que salga todo. Tras una penitencia, porque tus pecados han sido muchos, vendrá tu redención. O que Dios te ampare si no lo haces. Te doy la entrada: "Si esto que yo digo no es verdad, que Undivé me mande un castigo, si me lo quiere mandar".

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