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Francisco Pérez Abellán

Ladrones de niños

En Madrid amenaza el pederasta de Ciudad Lineal. Su ataque –ya ha abusado de al menos tres niñas pequeñas– ha sorprendido a la población.

En Madrid amenaza el pederasta de Ciudad Lineal. Su ataque –ya ha abusado de al menos tres niñas pequeñas– ha sorprendido a la población. Como consecuencia de ello crece la preocupación y la angustia. Al hilo de esto una legión de cantamañanas ha fabricado unos perfiles del agresor sexual que resultan contradictorios. Para unos es alto, delgado y cano, para otros bajito, fuerte y calvo. Aquí lo que falta es un retrato robot como los de El Caso para echarle el guante.

En este país balcanizado, en el que gran parte de supuestos expertos van de lo que no son, descubrimos con horror la falta de prevención de las autoridades. La enorme soledad de las víctimas indefensas. La inoperancia de los responsables políticos de nuestra seguridad.

Hace tiempo que los políticos retroceden en sus obligaciones y responsabilidades. Si en 1912, cuando las desapariciones de niñas por la Vampira de Barcelona, dieron la cara el gobernador y el alcalde de la ciudad, logrando acabar con el problema, ahora no se encuentra ni por casualidad quien dé la cara. Desde entonces los alcaldes no parecen tener nada que ver con las desapariciones de sus vecinos. En la enorme cantidad de personas desaparecidas, y nunca encontradas en España, rara vez se ve a un alcalde reivindicando una búsqueda. Naturalmente la alcaldesa de Madrid no se ha distinguido en la lucha contra el pederasta. La seguridad ciudadana no es su especialidad.

Por otro lado, hay que aplaudir la labor de la policía de a pie, entregada y vocacional, pero criticar la intervención de los mandos, puestos a dedo, que aunque no consiguen derribar la entrega de los policías, la vacían de contenido. Proteger y servir.

Y lo cierto es que en Madrid no solo hay un depredador sexual que se lleva niñas para abusar de ellas, con una técnica depurada, que incluye darles un baño, en absoluto para lo que dicen los cantamañanas de la televisión de borrar las pruebas, sino porque forma parte del rito sexual. En Madrid hay muchos pederastas. Todos amenazan a la población y de vez en cuando uno se hace visible.

Desde hace varias legislaturas vamos cediendo en seguridad. En las últimas elecciones ni siquiera se contestaron preguntas por parte de los candidatos sobre las obligaciones de prevención y lucha contra el crimen. Mientras tanto crece el crimen organizado y surge con fuerza el azote de la pederastia.

El depredador sexual que ha asomado la oreja es un viejo carcamal. Alguien con mucha experiencia, reincidente. En su primera actuación se conforma con abusar de la pequeña en un coche, en las siguientes lleva a las víctimas a un lugar solitario con baño. Ha ido acortando los paréntesis entre una y otra actuación y volviéndose más osado. También más agresivo. Primero, un mensaje de tranquilidad: estoy convencido de que la policía va a capturarlo. Pero la cosa es preocupante porque es capaz de matar. En este momento está asustado.

El único consejo a la población es que no hay que dejar solos a los niños ni un instante. Ni ahora ni nunca. Por lo demás, el pederasta goza de su minuto de gloria. Es un egocéntrico y disfruta con lo que se dice de él, mientras se sienta ante el televisor o colecciona recortes de periódicos de sus agresiones.

Como todo delincuente sexual, es un perturbado incapaz de una relación normal. Seguramente es dueño de una posición desahogada, con un ordenador lleno de archivos de porno infantil. Quizá vive solo y hasta es posible que ocupe un puesto de responsabilidad, incluso en la presunta seguridad. Muchos pederastas, delincuentes de cuello blanco, son aparentemente respetables, bien situados económica y socialmente. Por eso son tan peligrosos.

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