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Carmelo Jordá

Tiranos y serviles... en el PP

A veces no sabe uno si son peor los tiranos o los serviles que se dejan tiranizar.

El asunto de los candidatos del PP en Madrid ha pasado de ser un error mayúsculo de estrategia política a un espectáculo absolutamente denigrante y una de las peores maniobras de Rajoy, a pesar de que su armario acumula ya una cantidad considerable de cadáveres.

El problema, quede claro, no es que Ignacio González sea o no cabeza de lista a la Comunidad: cualquiera de las dos decisiones se podría justificar y, seguramente, habría razones lógicas para decidirse por ambas; el problema es que en lugar de tomar esa decisión, asumirla y defenderla, se prefiera el juego sucio, el filtrado barriobajero, la descalificación ad hominem en las portadas.

A estas alturas del artículo ustedes pensarán que estoy escribiendo una columna contra Rajoy, y en parte es cierto: el presidente del Gobierno –o un círculo cercano al que él deja hacer, lo que viene a ser lo mismo- ha vuelto a lucir una actitud miserable y una cobardía que le debería descalificar para el ejercicio de lo que muchos entendemos que tiene que ser la política; pero también escribo contra el resto del PP -y muy especialmente el de Madrid- por permitir que la ciudadanía, y especialmente sus votantes, tengan que presenciar un espectáculo como este.

Porque cuando un político con vocación de sátrapa hace y deshace a la cabeza de un partido es, sobre todo, porque ese partido con vocación de súbdito le consiente hacer y deshacer. De seguir así el PP se va a ver abocado a una de las mayores catástrofes electorales de la historia de la democracia, pero lo tendrá merecido por poner todo el poder en unas manos que no tienen ni los principios ideológicos, ni la visión política, ni la capacidad estratégica; ni siquiera, como vemos, la gallardía personal de asumir personalmente una decisión.

Después de perder dos elecciones, de no haber hecho jamás una buena campaña electoral y, finalmente, tras años de una gestión mediocre en muchos aspectos y malísima en los demás, sería difícil encontrar algún potencial votante del PP que no tenga claro que el presidente no debería ser el candidato popular en las próximas elecciones. Sin embargo, no sólo es más que probable que lo sea, sino que mientras tanto, la cobardía de su partido le está pavimentando el terreno de Bonillas para que no quede nadie que siquiera se atreva a decirle que lo piense.

A veces no sabe uno si son peor los tiranos o los serviles que se dejan tiranizar.

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