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Jake Sandoval

Talleyrand, la sobrina y Michi Panero

Como en tantas otras ocasiones, a España le faltó en el Congreso de Viena una figura relevante en un momento clave de su historia.

Cuando en septiembre de 1814, una vez derrotado Napoleón, se convoca el congreso de Viena con el objetivo de poner orden en una Europa que lleva casi 25 años en guerra, Auguste de La Garde Chambonais no duda en acudir a la ciudad del Danubio. Nacido en 1783, poeta, y huérfano desde muy joven, a Auguste le educó su tío, un breve ministro de exteriores de Luis XVI.

Los representantes de las grandes potencias hicieron del Congreso una de las cimas de la diplomacia mundial. MetternichCastlereaghTalleyrandWellingtonNesselrode... jugaron una partida de póker en forma de fronteras, reinos, indemnizaciones y principados en la que salió ganadora una Francia perdonada por la magnanimidad del zar Alejandro.

No es aquello lo que atrae al joven poeta. Lo que verdaderamente le cautiva es la diversión que se genera alrededor del mismo; siete meses de fiestas, desfiles, recepciones y cacerías. Europa estaba harta de la revolución, de los Bonaparte, y de las hijas de Josefina, toda una generación se sentía perdida y arruinada. Dos emperadores, cuatro reyes y más de 7.000 aristócratas se dan cita en Viena con toda su corte. Auguste escribió un libro de recuerdos con todas las fiestas, los duelos, las conversaciones, las guapas, los elegantes, los divertidos... es él quien, siendo un protegido del Principe de Ligne, recoge en su libro su famosa frase "le congrès danse beaucoup, mais il ne marche pas".

Chambronas describe la embajada francesa y admira el refinamiento e inteligencia de Talleyrand, quien ya sabía que el congreso sería así. Sabiendo que Viena no era plaza fácil se hizo acompañar para la ocasión de la mujer de su sobrino. Con tan sólo 21 años, Edmond era medio royal, guapa, divertida y muy refinada. Talleyrand había sido amante de su madre y ahora lo era de ella. No sabemos lo que opinó el sobrino, pero por si acaso, además de lograr todos los acuerdos que se había propuesto Talleyrand para Francia, le consiguió a éste el ducado de Dino y sus rentas de parte del rey de Nápoles (por él también restaurado). Talleyrand nunca había sido un negociador barato pero sabía también devolver favores.

Por el lado español, Fernando VII no se dignó a ir, tampoco mandó a alguien de verdadero peso, y como en tantas otras ocasiones a España le faltó una figura relevante en un momento clave de su historia. Wellington llegó a decir de Labrador que "era la persona más tonta que había visto en su vida". Labrador no solamente falló en todas las mesas de negociación sin lograr ninguno de los objetivos españoles y confirmando el papel de potencia de segundo nivel de España. Además no organizó ninguna fiesta, ni cacería, ni tuvo ninguna amante, y menos un desfile. Auguste le cita de pasada, no supo jugar una liga cuyos pantalones le venían grandes, sembrando de decepción y aburrimiento allá por donde pasaba. Como decía Michi Panero, en "la vida se puede ser de todo menos un coñazo...".

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