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Jake Sandoval

La última quinta de Madrid

La muerte de Tatiana Pérez de Guzmán y el paso de la quinta donde vivía al Ayuntamiento de Madrid cierra 500 años de historia en la capital.

La muerte de Tatiana Pérez de Guzmán y el paso de la quinta donde vivía al Ayuntamiento de Madrid cierra 500 años de historia en la capital.

La muerte de Tatiana Pérez de Guzmán ha pasado casi inadvertida para todos los periódicos, ni siquiera ABC le ha hecho una necrológica. Tatiana, condesa de Torre Arias, ha dejado todos sus bienes a una fundación y la quinta donde vivía al Ayuntamiento de Madrid. Con ello desaparece la última quinta particular que quedaba en Madrid. Con ello se cierran 500 años de historia de la capital de España, poniendo punto y final a una forma de vida.

Las quintas eran residencias que tenía la aristocracia a las afueras de Madrid. Se pusieron de moda cuando Felipe II instaló la corte en la orilla del Manzanares como sitio cerca de la capital donde poder disfrutar del aire libre, con pabellones de día, jardines y huertas para servir a los caserones. Muchas de ellas cambiaron de manos durante los siglos según los avatares de la rueda de la fortuna. La quinta de Torre Arias fue antes del conde de Villamor, del conde de Aguilar, hasta llegar al marqués de Bedmar, y finalmente recaer en los Torre Arias. Otras quintas famosas fueron Fuente del Berro, Vista Alegre, Monclova, estando por encima de todas El Capricho, que aunque tardía, fue la más impresionante.

Quizás resulte anacrónico, pero me espanta la idea de que se convierta en algo público, al igual que el resto de los bienes pasen a una fundación. Un Ayuntamiento como el de Madrid, que lleva más de 100 años instalado entre la especulación y un pésimo gusto, que ha permitido tirar miles de edificios que no debía y ha recalificado lo que le ha dado la gana, no merece que le caiga gratis del cielo una joya así. En un país donde el peso de lo público es ensordecedor, no le encuentro la utilidad a que una fundación gestione el palacio de los Golfines en Cáceres y un porrón de hectáreas. Prefiero a un sobrino que lo habite, dé continuación a una estirpe y pueda conservar su archivo, aunque acabe recibiendo, como Leguineche, japoneses bajo el lema "end of the saga".

Madrid, en otro tiempo Corte, ciudad refinada y cosmopolita, se aburguesa a pasos agigantados. La desaparición de esta quinta no es un punto de inflexión, sino el final de una época, aunque sea la crónica de una muerte anunciada. Al paso que lleva la ciudad, dentro de pocos años será difícil encontrar una casa privada que poder enseñar a un extranjero y que tenga el honor de salir en un libro de arquitectura. Madrid, en su día ciudad de caserones y pasos de carruajes, se ha convertido en una ciudad de urbanizaciones, portales pequeños y pasillos estrechos.

La capital, con alcaldes de extrarradio, seguirá trasladando su eje de gravedad hacia el norte, con un centro abandonado a los turistas y Paseo de la Habana como metáfora de en qué se ha convertido la ciudad. Con estatua de Martí incluida, el Otegui del siglo XIX, como sinónimo de nuestra mediocridad. Ahora sí, esa misma gente aprovechará los puentes de otoño para ir a Roma o París en masa y volver admirada por lo que han visto, opinando rápidamente que Madrid es poca cosa en comparación. Así nos va.

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