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Katy Mikhailova

En pijama, ¡y al trabajo!

La extravagante tendencia consiste en crear abrigos como si fueran batas de boatiné pero aptas salir a la calle.

De poco gusto, una moda vulgar y hortera que trata de exhibir una especie de moda arquitectónica difícil de poner en lugares civilizados o en donde el cuerpo de la mujer precisa de prendas de vestir que no impidan el movimiento, es esta famosísima promoción de H&M con la firma Maison Martin Margiela.

El spameo en publicidad, desde revistas hasta la pequeña pantalla, de esta colección exclusiva trata de fusionar el lujo con el low cost, dos términos imposibles de aunar. O es lujo o es no lujo, pero las dos cosas a la vez, no. Aunque la moda está plagada de paradojas indefinidas y difícilmente entendidas.

Resulta curioso que una firma tildada de low cost, en estos tiempos de crisis, se permita anunciar en la pequeña pantalla –algo de lo que huyen por diversas razones, claro está, las grandes casas de lujo, a excepción de las colonias navideñas- abrigos, entre otras prendas, colocando al lado un "simbólico" precio de 200 euros. Ironías aparte, nos da igual cuánto podría costar fuera de esta "rebaja" o "promoción" del gigante sueco semejante abrigo, pero en estos tiempos parece un insulto a la inteligencia de los españoles. Aunque no pongo en duda que se comprará todo –y en pocos días- como si de churros un domingo se tratara. "Vestido horizontal", dicen los anuncios, un vestido que todavía me pregunto cómo ponerme, o cómo hacer que sea fácil de llevar. En las mangas la tela cuelga tanto –de ahí el nombre de horizontal- que cuando bajas el brazo no se sabe qué hay y se crea un bulto interesante y de dudosa claridad.

Es moda, es arte; sí, insisto, eso dicen. La moda es arte, pero no toda lo es. Hay intrusos que se cuelan en este gremio vendiendo, por mucho, muy poco. Vendiendo sueños. La moda es lo que tiene: es una industria de sueños. Y sabe aprovecharse muy bien de los neologismos del marketing: low cost y luxury. Con estos nuevos términos todo suena más cool. Y, si los mezclas, hallas esa frase tan bonita que ya tantos dicen: "Democraticemos la moda". Pero yo me pregunto, ¿desde cuándo la moda es democrática? La gente, en su mayoría, viste para aparentar –"tengo un Vuitton y eso te dice que me ha costado mucho dinero"-, para distinguirse, para disimular y satisfacer sueños mientras el deseo de adquisición de los mismos se van contagiando al prójimo. La moda es jerárquica, en definitiva.

Maison Martin Margiela se fundó en 1988 por un diseñador belga. Ellos mismos se definen como provocadores; su lema es "cuestionarlo todo". Y por ello mismo, yo les cuestiono a ellos. Dicen haber sido los pioneros por haber apostado por una nueva arquitectura en la ropa jugando con estrambóticas construcciones; ¿no fue, acaso, el pionero en esto el español Cristóbal Balenciaga, décadas antes? Y, como heredero de éste, tenemos en España a Modesto Lomba, aunque la crisis de la industria y la otra que ya conocemos también le salpicaron a él.

Esta colección "de lujo" que están vendiendo desde el pasado 15 de noviembre en las tiendas de H&M hasta el momento no parece haber recibido ni una sola crítica. Normal, si es que es la marca lo que vende y no el producto. El gigante sueco ya ha cogido como costumbre elegir alguna firma de lujo para venderla a precios más asequibles en ediciones limitadas. Véase Versace, Karl Lagarfeld, Stella McCartney, entre otros.

Sin embargo, no podemos negar el posicionamiento de la casa belga Maison Martin Margiela que busca la originalidad a toda costa numerando sus prendas del 1 al 23. Destacaría de esta firma la ropa confeccionada a partir de bolsas de plástico –en la edición de la MB-FWM o "Cibeles" para los de toda la vida, María Lafuente recicló periódicos para crear vestidos, por ejemplo; aunque ya podía haber usado los de El País, pues al ritmo que va este diario es para lo que sirve; vamos, para reciclarlos sin haberlos leído y hacer ropa con ellos- o la apuesta de la casa belga, propiedad ahora de Renzo Rosso, por la creación de prendas de vestir a partir de calcetines viejos. Insisto: en la moda, todo vale. Y cuanto más rices el rizo, mejor para esas víctimas de la moda que cada vez son más.

¿A la oficina en pijama?

Hablando de estas prendas casi íntimas: se avecina una nueva tendencia, salir a la calle con pijama. Así como lo leen. No exagero. Las revistas de moda hablan de una "inversión" en la indumentaria; yo diría que más que eso es rozar la auténtica locura, como la de Don Quijote cuando veía gigantes en lugar de molinos.

"Hogar dulce hogar", dicen. Aunque no hay que tomarse al pie de la letra todo esto. La extravagante tendencia consiste en crear abrigos como si fueran batas de boatiné pero aptas para ir a trabajar – las batas fueron el producto estrella en los comienzos de Amancio Ortega, por cierto-.

La primera firma en utilizar el pijama como ropa apta para salir de casa fue Dolce&Gabbana cuando lo presentó en la pasarela de Milán para la colección de Primavera/Verano 2009. ¿Podría ser un guiño a la escasa seguridad de la calle cuando vemos tanto vandalismo de piquetes con infinitas huelgas protagonizadas por diferentes gremios que se van turnando?

Y los demás le copiaron: usar telas, como si de cortinas se tratara, para la ropa o inspirarse en botines de andar por casa con una suela distinta para pisar con normalidad el asfalto; por no hablar del retorno a las colchas guateadas para bolsos, faldas y abrigos. ¡Otro clásico!

El 14N, día destacado por paralizar la economía de un país, observamos un sentimiento psico-sociológico de cómo algunos se quitaron la "cortaba" –que trae consigo un cerebro racional- para comportarse como si estuvieran en una selva: romper, insultar, chillar, pintorrear.  Ello me convenció, una vez más, de que el hombre proviene del mono.

Y hablando de moda y política, la última es que Ignacio González va a liberalizar las famosas rebajas oficiales del 1 de enero, permitiendo que cada comercio elija si hacerlas o no. En peligro de extinción quedarán esas dos señoras icónicas –que inspiran a todas las demás- peleándose por entrar las primeras el 7 de enero de cada año en El Corte Inglés o cualquier otra tienda. ¿Qué será de ellas? Deseemos que la crisis no las obligue a hacerlo vestidas con un pijama low cost como inspiración del dúo italiano de Dolce&Gabbana. Y no nos sorprendamos si a partir de ahora vemos a algunos diputados de IU en el Parlamento con batas caseras a modo de protesta. Aunque, a decir verdad, es mejor ir al trabajo vestido con pijamas de lujo, que quedarse en casa con traje de ejecutivo, como algunos revolucionarios habrán hecho el pasado miércoles.

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