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Pablo Molina

'La Voz': las chonis merecen mucho más

Normal que la juventud más preparada de la historia de España se identifique masivamente con el programa.

Normal que la juventud más preparada de la historia de España se identifique masivamente con el programa.

El concurso musical La Voz sigue batiendo plusmarcas de audiencia semana tras semana, porque el chonerío es generoso y suele disculpar las carencias de estos espectáculos televisivos. El despropósito que merece una crítica más severa es sin duda el papel que desempeñan los cuatro coaches.

El primer reproche ha de ir forzosamente dirigido a la propia denominación de coaches para designar a los cuatro famosos cantantes que actúan de maestros y jueces en el programa. Caballeretes de Telecinco: el diccionario español tiene abundantes sustantivos para evitar el uso de ese término de connotaciones useñas, tales como entrenador, instructor, preceptor, tutor, consejero, maestro, asesor, consultor o guía. Eso por no mencionar el hecho de que llamar coaches a un equipo integrado por Bisbal y Rosariyo queda casi tan raro como las cosas que dicen los cuatro cuando tienen que juzgar a un concursante tras verlo actuar. Para Malú todas las voces tienen un gran colorido (¿?), Rosario detecta siempre que el aspirante al estrellato tiene "una cosita muy bonita ahí dentro" (¡!), al asturiano Melendi le preocupa fundamentalmente que el cantante novel muestre "actituzzzzzz", y Bisbal habla cuando Jesús Vázquez no lo interrumpe, pero apenas se le entiende nada. Mejor aún es cuando los coaches hacen un alarde léxico como el que pudimos ver este miércoles tras la actuación de Maika, una de las finalistas: "Cantas que te cagas", le espetó Malú, mientras Rosario, más contenida, se limitó a constatar que la chica había actuado "con un aplome [sic] superbueno". Normal que la juventud más preparada de la historia de España se identifique masivamente con el programa.

Este miércoles se celebró la semifinal y el programa en su conjunto, en tanto que espectáculo televisivo, dejó bastante que desear. El resultado fue bastante mediocre, por más entusiasmo que se esforzara en insuflarle Jesús Vázquez, el mejor presentador de la televisión española a pesar de que con la edad cada vez le cuesta más mantener las plumas en su sitio.

Hubo momentos de gran bochorno escénico, como las actuaciones conjuntas de los concursantes con las estrellas invitadas. Alejandro Sanz estuvo en plan funcionario, cubriendo el expediente mientras intentaba preservar su tímpano derecho de los alaridos que le propinaban por ahí. Jesús Vázquez saludó la sublime interpretación exclamando fuera de cámara: "Momentazooooo". Momentazo las narices. Una astracanada sin fuste. Pero nada comparable a la última actuación del programa con Carly Jepsen, cantante al parecer famosa, a la que le faltó esto para salir corriendo ante los contoneos absurdos del concursante de edad provecta y los gorgoritos del resto de la troupe, que la rodeaba amenazante.

A pesar del numeroso seguimiento de que está siendo objeto, La Voz da de sí mucho menos de lo que cabría esperar de un programa de estas características. Las chonis, los canis, las chachas, los chachos y la tercera edad, el grueso de la audiencia televisiva, merecen mucho más de lo que les está ofreciendo Telecinco, pero sobre todo merecen respeto. No puede ser que Jesús Vázquez anuncie ya en los primeros minutos del programa que ha salido un libro sobre el susodicho. ¿Un libro? ¿Esto es un programa de TV o una tutoría de 1º de la ESO? ¿Se han vuelto idiotas en Telecinco? Y además con muchas letras entre las fotografías, como si los fans de los concursantes tuvieran tiempo o la menor intención de practicar la lectura sin que su vida o la de sus seres queridos se encuentre amenazada.

El próximo miércoles termina la primera edición del concurso, y lo hará, según pronostican los que saben de esto, con la victoria de Maika, la versión rockera de aquella rolliza Rosa López que se llevó de calle la primera edición de Operación Triunfo. Telecinco tiene tiempo de rectificar hasta entonces, suprimiendo las referencias directas a esos ominosos objetos rectangulares con hojas impresas para, en su lugar, introducir elementos que despierten el verdadero interés de la audiencia habitual del programa. Sólo la aparición estelar de Ruymán persiguiendo con un hacha a los coaches que tan mal lo trataron podría compensar tanta decepción acumulada. Crucen los dedos.

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