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Jake Sandoval

El amargo 75 cumpleaños del Rey

La historia no tiene final y las cosas malas de la transición han ido creciendo hasta casi desbordar las buenas.

La vida de don Juan Carlos no ha sido nunca fácil. Nacido en Roma en el exilio, con un padre severo y una familia en plena descomposición que no tenía forma de mantener el nivel de vida que había llevado hasta la marcha de su abuelo Alfonso XIII. Con sólo 10 años se le envía a estudiar a Madrid y durante 27 años tiene que jugar un complicado juego sirviendo a España y a la causa monárquica sin traicionar a su padre. Recibe una educación militar espartana, a la sombra del dictador, de sus silencios y prebendas. Su juventud tiene lugar en una sociedad española que, salvo cuatro nostálgicos, le ponía una vela al monarquismo pero otras tres a Franco, que era quien había restituido tanto sus capitales como su forma de vida.

Siendo ya Rey de España, la transición y el desmontaje del Franquismo fue un éxito que condujo a España a un síntoma de felicidad nacional culminada en el cambio de siglo con la incorporación definitiva a la Europa Occidental. Por fin España se convertía en un país normal de Occidente, cerrando la brecha que se abrió con la invasión Napoleónica y que había durado 170 largos años. Pero la historia no tiene final y el paso del tiempo ha hecho que parte de las cosas mal arregladas de la Transición fuesen creciendo hasta casi desbordar a las buenas.

Esta crisis evidentemente también ha afectado al monarca, y se ha agravado desde que se destapó el escándalo de los negocios de su yerno y, sobre todo, su accidente en Botsuana. Desde entonces, en una estrategia calculada, se ha activado una maquinaria de lavado de imagen de la monarquía para recuperar el tiempo perdido. Nueva página web, reuniones con empresarios, canal en Youtube, despliegue de inauguraciones, eventos y viajes oficiales, con el objetivo de dar una imagen de que el Rey está al 100% de sus facultades. Lo último ha sido una entrevista con Jesús Hermida que no funcionó, principalmente porque no es el formato en que el Rey da lo mejor de sí mismo.

Toda esta estrategia transmite una sensación de culpabilidad desde la Casa del Rey, con demasiado sabor de penitencia. Peor aún es la sensación de estar a los pies de los caballos de la opinión pública. Dando la impresión de que la Casa del Rey no está a la altura que debiera para manejar estas situaciones. Como le decía Hugh Grant a Julia Roberts en una escena de Notting Hill, "los periódicos de hoy llenarán las papeleras de mañana".

Es indudable que el Rey está ahora pagando errores de años anteriores. Errores que como cualquier persona ha cometido y que en gran parte venían causados tanto por su configuración "moderna" de la monarquía cómo por el veto mediático que tuvieron demasiados años sus decisiones. Estos errores no deberían de empañar sus 75 años de servicio público, y sobre todo el gran legado que deja a los españoles: devolvernos a la vanguardia de los países occidentales.

Para muchos españoles, la monarquía significa la tradición y la conexión con la Historia de España, para otros no significa ya apenas nada. La monarquía es el menor de los problemas que acechan a España y detrás de su crítica hay una evidente cortina de humo donde se esconde mucha gente. A día de hoy los enemigos principales de la monarquía siguen siendo los comunistas y los separatistas. No deberíamos hacerles el juego de ninguna manera, por lo menos los que todavía creemos en algo llamado España.

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