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Katy Mikhailova

¿Se rentabiliza el show ‘Cibeles’?

Después de todo esto, tanto espectáculo, un poco de todo y mucho de nada, ¿pero quiénes rentabilizan los costes de la Mercedes Fashion Week?

Después de todo esto, tanto espectáculo, un poco de todo y mucho de nada, ¿pero quiénes rentabilizan los costes de la Mercedes Fashion Week?

Mercedes Benz consigue asociar la firma alemana de coches a la moda, al lujo, a lo inaccesible. Pagando un solo evento consigue tener publicidad en todos los medios. El hecho de que las acciones en bolsa de BMW sean más altas que las de Mercedes Benz invita a pensar que quizás el target de esta marca sean personas de edad bastante mayor que la de los consumidores habituales de los BMW, asociándose estos coches a un aire más juvenil. Dicen. De ahí que quizá Mercedes patrocine no solo esta pasarela sino también la de Nueva York, Berlín, México, entre otras. Ahora bien, los diseñadores también tienen su coste de participación en esto. Pero después, ¿venden algo?

Tras elegir la colección más llamativa del primer día de Maya Hansen y del segundo darle el primer lugar -desde Libertad Digital- a los dos gallegos, María Barros y Robert Verino; la tercera jornada fue, sin duda, para David Delfín, a pesar de que el hombre con pantalón-falda sea aun extraño de comprender y de digerir.

Entre decepción y decepción ha habidos sorpresas. Francis Montesinos siempre había sido uno de mis preferidos; pero en esta ocasión hubo una extraña mezcla con su intento de conmemorar los 80 a través de un musical a lo play-back con la canción A quién le importa de Jorge Berlanga. Los colores rojigualda protagonistas del vestuario de la película Matador de Pedro Almodóvar con todo lo anteriormente citado tuvo como resultado las tres "erre": recargado, rebuscado y resucitado. Más si esto se ve tras los continuas meteduras de pata de los de la ‘zeja’ en la noche anterior con los "paradigmáticos" y "doble moralistas" premios Goya.

Andrés Sardá con sus encajes, sombrillas orientales y pieles ostentosas fue original con ciertos vestidos y lencería fina que invitaban a deleitar, solo con la vista, la sexualidad y el lujo. A pesar de que algunas modelos estaban extremadamente delgadas.

Maya Hansen recurrió de nuevo a alguna cultura y a alguna época para diseñar. Así, el Imperio Austro-Húngaro y los Alpes fueron su temática. Cuernos de carneo, pieles a lo ‘picapiedra’ y botas por encimas de las rodillas fueron los elementos que más llamaban la atención. Un abrigo rococó con el rostro de Mozart o un corsé –que no podía faltar- que pesa 10 kilogramos pues está hecho de cristales de Swarovski, fueron algunos de los muchos elementos que destacaron.

David Delfín, pese a que cada vez se gane más y más al público, no suele ser de mis preferidos; pero en esta colección para O/I 2013/2014 hubo un mensaje. A través de su visión pulcra de la vida y del amor –algo que choca con su extravagancia habitual- mostrando tejidos totalmente blancos, rozando casi lo opaco, jugando con materiales desde el poliéster, el nylon hasta sedas, entre otros, me conquistó. Sobre blanco, corazones rojos, en algunas de las sudaderas. El malagueño presentaba al hombre, con demasiada pluma, con pantalón-falda. No sé quién lo va a comprar, quién lo va a poner, pero se supone que esto va de espectáculo. Su show lo cerró Bimba Bosé, cual viuda en negro aparecía en la pasarela como la contraposición a la vida, al nacimiento, y simbolizando la pérdida de un ser querido, siendo ausente, por tanto, el amor manifestado a través de los ases de corazón en algunos suéteres de algodón.

Al menos hubo un mensaje, dado que las pasarelas sin filosofía no tienen sentido. Así fue el caso de Teresa Helbig, de Rabaneda, de Miguel Palacio para Hoss Intropia o de Ailanto, cuya esencia no he conseguido apreciar. Teresa Helbig, pese a su intención de hacer op art, no me transmitió nada más que una colección comercial. Ángel Schlesser sin embargo, y aunque continuara con una colección ‘facil de vender’ en cuanto a diseño, me sorprendió por dotarla de clase, estilo y elegancia a esa geometría tan suya.

Hannibal Laguna: mucho vestido, pero poca originalidad. Dicen que recuperó elementos del Barroco –pero yo no lo he podido apreciar-; y Ana Locking, inspirada en Hitchcock, bautizó su colección bajo el título McGuffin, para aludir al término que el cineasta utilizaba para explicar ese recurso que empleaba para desarrollar una historia a pesar de que no sea protagonista del tema central. Sin embargo, no se ha dejado entrever ese concepto de forma clara. Esto va en la línea del título de la colección del vasco Fiz, quien también, con pretensión, tituló sus prendas para este invierno y otoño de 2013 y 2014 sin demasiado sentido.

Así, Ion Fiz, con el título en latín sui generis, nombró su colección dado que, como no quería partir de ninguna temática, optó por la total arbitrariedad, significando esta colección, del latín, "única en su especie". Muy jactancioso para sus once años en la moda. Aunque tiene sentido si no sabes cómo denominar una colección. Me pareció algo austera, pese a su toque bohemio y romántico. Pero tuvo ese ‘algo’ que siempre tiene el estilo fizzisimo de Fiz que no sabes qué es, pero te llega. –Algo que me faltó con el levantino Montesinos-. Destacaría las pamelas y las capotas de su colaboradora, para esta ocasión, de Biliana Borissova.

Juan Duyos para Duyos conmemoró el sabor flamenco; él sí que sabe. Tonos tierra, rosa y azul formaban parte de su paleta de colores para simbolizar la dulzura de la mujer, rescatando sombreros del sur a ritmo de Chelo Pantoja pareciendo, pues, la pasarela un auténtico tablao andaluz.

Juanjo Oliva, con guiños a la crisis, disminuyó el tacón y alargó la falda –¡hay que ir a trabajar y estar cómodos!- es como yo lo he entendido. Y un poco en esta línea, pese a que me pareció muy simple todo, Rabaneda con las dos largas corbatas en cada lado de las caderas de la mujer que colgaban de un pantalón me resultó reflexivo al ser la corbata un símbolo de trabajo y seriedad. Mientras tanto, Ágatha Ruiz de la Prada, temporada tras temporada, sigue soñando en su eterno mundo de la infancia, de los colores, de las formas y el del optimismo. Destacaría la falda acolchonada de terciopelo a modo de cojín. Sin embargo, no me gustó que no se les vieran las caras a las modelos con esas máscaras como si fueran medias en colores pastel con corazones.

No dejó de sorprender la sobriedad contrapuesta al lujo y a la majestuosidad de pieles de zorros de Roberto Verino, quien considera que es lo que hace falta en estos tiempos –inversión en calidad-; vimos también a los sevillanos Victorio&Lucchino con una colección austera, sobria, con tejidos tecnológicos, mucha oscuridad y un look más ‘formal’ y poco barroco. En esta línea pero con más clase, Roberto Torretta, quien mostró a la mujer ejecutiva vestida a la perfección para un otoño e invierno español –aunque el invierno parecía ser siberiano, a juzgar por las pieles-. Clase, estilo, femineidad que otros entierran, él lo rescata. Junto a María Barros quien resaltó a la mujer cual musa del jazz, con turbantes en la cabeza, desfiló con gracia por la pasarela, destacando colores como el amarillo, verde, negros, fucsia y azul, entre otros, y un estilo que me supo a los años 40.

Y Aristocrazy volvió a romper barreras presentando, por segunda vez, a la mujer guerrera, luchadora, con collares XXL inspirados en la mitología y en la Edad Media. La firma low cost de la Joyería Suárez también presentó armaduras como guiño a la protección y al mismo tiempo seguridad de la mujer que pelea por su vida y sus sueños.

Después de todo esto, tanto espectáculo, un poco de todo y mucho de nada; copio de ahí y de aquí; ¿pero quiénes rentabilizan los costes?

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