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Carlos Pérez Gimeno

Adiós a una estrella

Cientos de personas quisieron dar el ultimo adiós a Sara Montiel, entre vítores, aplausos y gritos de "guapa, guapa".

Cientos de personas quisieron dar el ultimo adiós a Sara Montiel, entre vítores, aplausos y gritos de "guapa, guapa", lo mismo que le dicen a La Macarena o a La Esperanza de Triana en La Madrugá sevillana.

Como ella misma quiso, antes de ser enterrada en el cementerio de San Justo en Madrid, el coche fúnebre hizo un recorrido por diferentes calles de la capital, donde la gente aguardaba para ver pasar a una de las estrellas más grandes que ha dado nuestro país.

Sara fue una mujer lista, la más atrevida en una España donde la censura era importante, pero ella la supo capear como nadie.

En el terreno personal, muchos hombres pasaron por su vida. Ella nunca lo negó, y de sobra sabía que gracias a su inmensa belleza consiguió en muchas ocasiones lo que se propuso. Tuvo la suerte de casarse en la cincuentena con Pepe Tous, un marido que vivió solamente para ella, y con el que adoptó a sus dos hijos. El mallorquín supo llevarla como no lo hizo nadie. La pena fue que al morir, Sara ya nunca más volvió a ser lo que fue. Ahí comenzó el eclipse de la Montiel.

La manchega pudo con todo. Cantaba todos los géneros con un estilo totalmente personal, y en los idiomas que fuera menester; no se amedrentaba por nada y poseía un gran sentido del humor, siempre comentaba que hasta se reía de ella misma. No tenía ningún reparo en mentir si era necesario para conseguir lo que quería. Pisaba fuerte, muy fuerte, y es que Sara era mucha Sara.

Admirada e imitada por tantos, dominaba el escenario como pocos lo saben hacer. Recuerdo el día que fue nombrada Lady España: estaba realmente guapa cuando subió al escenario para recoger el galardón. Fue un momento inolvidable.

Sara se acaba de ir, pero hasta para eso ha tenido suerte, ya que la muerte le sorprendió en su casa, rodeada por sus hijos, y todo ocurrió de una manera muy rápida. Afortunadamente, no sufrió.

Sara Montiel es parte de la historia de nuestro país, de una España que nunca se le resistió, y siempre la admiró.

Hasta siempre, Violetera.

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