Hace años, Jane Fonda decía que las líneas de expresión de Robert Redford eran sus arrugas de vieja. Luego el actor, un año mayor que ella, decidió meterse mano tontamente en sus líneas (y en sus ojos) desmintiendo o matizando lo dicho por su compañera en Descalzos por el parque. Jane Fonda tiene 75 años. Como el Rey. Pero Jane Fonda forma parte del ‘shangrilanguismo’ actual. De esa cultura que hace todo lo posible por evitar la vejez. O por no parecer viejo. Así, resulta ideal para anunciar cremas senior.
Por supuesto, Jane Fonda también se ha metido mano. Pero muy bien. Por supuesto, también ha hecho ejercicio. Pero esto no es suficiente. Solo tenemos que pensar en Katherine Hepburn, una gran deportista, cuando apareció con aquella pinta de viuda de Mao en los Oscars del 74. Tenía 67 años y su aspecto era el de una anciana. En los últimos Oscars, Jane Fonda tenía 75 y una pinta que tiraba para atrás. Una pinta que superaba la de muchas jovencitas. Y la de muchas de su quinta. Esa misma pinta, aunque de diario, que muestra en The Newsroom dando prestancia a la última producción de Aaron Sorkin. Porque es Jane Fonda, demonios, pero también porque una serie sin señoras mayores es como una boda sin que suene Raffaella Carrà. Es preferible que la protagonice (Glenn Close en Damages, Concha Velasco en Herederos) pero como secundaria también queda bien, aunque haya que aguantar a los jovencitos. Por eso Mariví Bilbao era lo mejor de Aquí no hay quien viva y de La que se avecina. Por ella y por las líneas de guión que le escribían.