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Rosa Belmonte

Muertos vivientes

Una cosa es tratar de resucitar a los muertos; matar a los vivos, otra muy distinta.

Una cosa es tratar de resucitar a los muertos; matar a los vivos, otra muy distinta.

Jorge Javier Vázquez lleva semanas haciendo una broma que no entiende casi nadie. El personal ni siquiera sabe que es una broma. Cada vez que tiene que presentar algún segmento de los que anuncian Las bodas de Sálvame, espacio que empezó presentando él pero conduce Kiko Hernández, pregunta si este sábado (cualquier sábado) va a ir por fin Gloria Lasso. Ni que decir que "Luna de miel", la famosa canción de Mikis Theodorakis con letra de Rafael de Penagos, es la sintonía del programa (como fue la canción de Asignatura pendiente, la película de Garci). Gloria Lasso, la cantante que la inmortalizó, murió en Cuernavaca en 2005. Ahí está la broma. Gloria Lasso, nacida Rosa María Coscolín, solo podría venir Anne Germaine mediante.

Una cosa es tratar de resucitar a los muertos; matar a los vivos, otra muy distinta. El último agraciado con el gordo de la parca fake ha sido Manolo Escobar. Un hacker (o tontolpijo) se metió en la web de RTVE y publicó la muerte del cantante y, esto es mejor, el inminente fichaje de Carmen Sevilla por el Betis, disparate que invalidaba cualquier noticia creíble. Eso sí, faltó tiempo en Twitter para extender la falsa muerte del cantante. Manolo Escobar ha pasado así a formar parte de una ilustre nómina de personas dadas por muertas sin ser ellas nada de eso (como diría la famosa vecina valenciana). Unos se han tomado esta circunstancia mejor que otros. Mark Twain y Ruydard Kipling se lo tomaron con el talento que se les suponía. "Las noticias sobre mi muerte han sido en gran medida exageradas", respondió Twain sobre lo publicado en The New York Journal, periódico de Hearts del que surge el amarillismo (si no la tendencia sí el término gracias a "The Yellow Kid", la primera tira cómica que se emitió en color). Kipling mandó una carta a la revista que lo había liquidado avisando de que le anularan la suscripción a la misma.

Cuando Le Monde anunció el suicidio de Monica Vitti, a la actriz italiana no le sentó muy bien. Había habido una muerta en una casa de París que la rubia había habitado pero no era ella. De todas maneras, aceptó el ramo de flores que el director del periódico le mandó como disculpa. Otros vivos ilustres pasaron por muertos antes de tiempo. Así, Bertrand Russell, Kurt Cobain (le adelantaron una sobredosis en Roma), Ronald Reagan, Juan Pablo II (es verdad que ambos tras sus atentados) o Ramón Carande. A este lo mataron en la Enciclopedia de la Cultura Española. "Todavía no", se quejó. La estupenda Maureen O’Hara vio cómo le ponían fecha de fallecimiento en IMBD. La misma base de datos del cine y la televisión mandó al otro barrio a Louise Fletcher, la enfermera de Alguien voló sobre el nido del cuco. Hugo Chávez (otro que ha estado también periodísticamente entre la vida y la muerte, entre La Habana y Caracas) mató a Noam Chomski. Lo elogió y lamentó no haberlo conocido antes de su muerte. Chávez era un poco la Genoveva Casanova de Venezuela. Una se lía con Quevedo; el otro se liaba con Chomski.

Y Gloria Lasso, ¿vendrá por fin este sábado?

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